Belorado
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Belorado | |
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Municipio: | Belorado |
Junta administrativa: | Belorado |
Juntas administrativas dependientes: | San Miguel de Pedroso, Puras de Villafranca, Avellanosa de Rioja, Eterna, Loranquillo, Quintanaloranco, Castil de Carrias |
Sitio Web: | http://www.belorado.es |
Distancia a Burgos: | 47.00 Km |
CP: | 09250 |
Coordenadas GPS: | 42º25′13″N,3º11′23″W [Maps] |
Altitud: | 722 m |
Superficie: | 133.41 Km² |
Población (2009): | 2172 hab |
Densidad (2009): | 16.28 h/m² |
Gentilicio: | Beliforano |
Patrona: | Nustra Señora de Belén |
Patrón: | San Vitores |
Partido judicial: | Briviesca |
Zona turística: | Montes de Oca |
Contenido |
Festividades y Eventos
Acción de Gracias
Siempre el primer domingo de septiembre. La danza procesional de Belorado se escenifica exclusivamente en las fiestas de Gracias. La actuación de los danzones se inicia la víspera de las fiestas, un jueves, con "El Arranque": en umotivo acto civil que hace congregar a toda la colectividad beliforana.
Festividad de la Virgen de Belén
25 de enero. Se celebra una misa en la ermita de Nuestra Señora de Belén, procesión, juegos infantiles, actuaciones y danzas.
Fiesta de San Vitores
26 de agosto. El primer día de fiesta se arranca con el Chupinazo, una serie de petardos que inauguran las fiestas de dicho año. Seguidamente, las peñas desfilan con la banda de Belorado por todo el pueblo. El día 27 se elige a la reina de las fiestas, a las damas y a la dama veraneante. Se hace un pasacalles a las 12:00 de la noche y otro a las 4 de la madrugada. El día 28, las da mas y la reina acuden a la plaza de toros a ver la corrida y luego el fútbol-vaca. A lo largo de la semana las damas y la reina van a muchos sitios de Belorado y presencian todos los torneos de los diferentes deportes que se practican.
Gastronomía
El [[Caparrón de Belorado con chorizo fresco y hortalizas con caparrón de Belorado
En términos generales, en la comarca se denomina caparrón a las alubias ovaladas, brillantes y de pequeño tamaño (15 mm de largo y unos 8 de ancho). Dada la proximidad de La Rioja, El País Vasco y la comarca de Ibeas de Juarros, encontramos diferentes variedades: moradas-rojizas, las de Ibeas; negras, Tolosanas, y pintas, las recogidas en el Inventario Español de Productos Tradicionales como caparrón de La Rioja, caracterizado por su tonalidad púrpura oscura sobre fondo blanco.
Crema de caparrones de Belorado
Morcilla de Burgos
Lechazo
La huerta beliforana
La cercanía de Belorado con la Rioja y las fértiles tierras favorecidas por la vega del río Tirón confieren a la huerta beliforana un matiz original y atrevido: cebollas, ajos, pimientos, puerros, etc.
Asado de Cordero lechal en horno de leña
Es el plato gastronómico por excelencia, toda clase de embutidos, escabechados, pichones, níscalos cierran un menú muy variado. Todo bañado con alguno de los grandes vinos de la Ribera del Duero.
Postres
Queso curado de oveja
Empiñonados
Ciudadanos Ilustres
Simón Ruiz Embito
Simón Ruiz Embito nació en Belorado (Burgos) aunque no consta con seguridad si a finales de 1525 o a comienzos de 1526. Sí está datado su óbito, el 1 de marzo de 1597, en Medina del Campo, la importante localidad ferial donde tenía el centro neurálgico de su activa red mercantil y de comunicaciones postales. Entre los publicistas que se han aproximado a la figura de Simón Ruiz y al ámbito de la actividad económica de su tiempo están, con Henri Lapeyre, Felipe Ruiz Martín y J.J. de Madariaga, algunos más, como A. Sánchez del Barrio y Emilio Olmos Herguedas.
Los estudios de Henri Lapeyre sobre Simón Ruiz Embito fueron de la máxima importancia por las claras explicaciones sobre la manera en que se llevaban a cabo los negocios bancarios y de cambio en el siglo XVI y porque ofrecían una imagen del círculo europeo de corresponsales de los banqueros de Medina del Campo.
El académico de la Lengua, Valentín García Yebra, recogía un párrafo sobre el archivo de Simón Ruiz a partir de ciertos parangones que “justifican de alguna manera que Simón Ruiz prestase dinero a Felipe II y que el monarca utilizase con frecuencia la información generada por la correspondencia del Correo propio del comerciante”.
Los negocios y la correspondencia relacionaron a Simón Ruiz con financieros europeos de tanto peso como los Fúcar, los Lomellini, los Spínola, los Bonvisi o los Balbani. “Lo que sobre todo se aprecia -para el profesor Lapeyre- en las cartas que intercambia con los banqueros de Lyon, los Bonvisi y los Balbani, es la excelencia de su información sobre lo que pasa en la Corte de España, un juicio muy seguro sobre la situación política cuando se refiere a la guerra de Granada o a los disturbios en los Países Bajos, es también una gran habilidad en el arte de especular sobre los cambios o la conclusión de los asientos”.
Durante una primera etapa Ruiz Embito actuó como mercader dedicado a la importación y al comercio. Luego amplió sus actividades de regatón o revendedor de mercancías y asumió la labor de financiero con los perfiles propios de la época. Por otras latitudes europeas encontró oportunidades para el cambio monetario mediante un sistema de letras de cambio (”cambium per litteras”). Así vino rodada su participación en la fórmula de los llamados asientos. Por la inexistencia de un banco estatal y de una Hacienda Real con la representación necesaria en los Países Bajos, el soberano español había de quedar en manos de los hombres de negocios con la implantación sustitutoria para garantizar transferencias y asegurar pagos a fecha fija, así como anticipos para la política y para las acciones bélicas. Determinados asientos eran concertados, en España, con el Consejo de Hacienda; otros se iniciaban con la firma del Gobernador de los Países Bajos, para su ratificación en Madrid.
Nuestro hombre de negocios, afincado en Medina del Campo, participó en los asientos para la Corona entre los años de 1576 y 1588. Mereció, por tanto, con todo derecho, la consideración de mercader-banquero, dentro de la tipología descrita por el historiador Raymond de Roover, cuando estudia el mercado del dinero en la Brujas medieval. Dejando a un lado a los usureros, prestamistas sobre prendas y alhajas con elevados intereses, distinguía entre cambiadores y mercaderes-banqueros. Los cambiadores efectuaban el trueque de monedas en metálico y ejercían la banca de depósito, como antecesores de los banqueros modernos. Los mercaderes-banqueros estaban capacitados, a su vez, para realizar transacciones de divisas mediante la letra de cambio.
La visión de Juan José de Madariaga relaciona la actividad cambiaria, en sentido amplio, con el seguimiento de la actualidad internacional: “Para que estas operaciones se llevaran a cabo con éxito, los comerciantes debían tener una maravillosa información de los precios del dinero en otras plazas, tanto nacionales como extranjeras; es decir, que en los mejores conocimientos de los cambios residía todo el intríngulis de estas operaciones y, por ello, normalmente, a mayor número de cartas informativas, más probabilidades de éxito en el negocio de banco. De ahí que Simón Ruiz, como todos sus compañeros de oficio, pasara el mayor número de horas de su vida sentado en su escritorio, pluma en ristre, husmeando, pidiendo e implorando nuevas misivas que le pusieran al corriente de cuanto sucedía. No nos olvidemos que no había periódicos ni revistas informativas. Pero no se trataba sólo de saber cómo se desenvolvía el comercio en el momento de escribir o de responder sino de darse noticias e informaciones sobre sucesos económicos y políticos que pudieran influir en los cambios de la moneda”.
El archivo de los Ruiz -Simón y su sobrino Cosme- posee un valor excepcional ya que no encuentra parangón en España por lo que se refiere a documentación de negocios de la época que provenga de un grupo de empresas de titularidad familiar. Su acumulación y conservación resultan excepcionales. La correspondencia suma más de cincuenta mil cartas, reunidas desde una larga lista de orígenes, en el transcurso de cuatro décadas. No sólo están las misivas recibidas sino también copias de una parte de las enviadas.
El año 1579 supera, en cuanto a movimiento epistolar, a todos los demás, con 2.620 cartas. A lo largo del tiempo se recibieron cartas en francés, en italiano y en portugués; pero en aquellos tiempos el castellano era una lengua extendida por encima de algunas fronteras para las actividades comerciales.
No faltaron contratiempos en el transcurso de la vida de Simón Ruiz. Las quiebras en cadena, producidas en Sevilla a partir del verano de 1567, recortaron la evolución de la sociedad mercantil que había montado para actuar desde el puerto ligado a las Indias. Desplazado a la capital andaluza, logró reducir pérdidas, aunque ya abandonó la aspiración a extender a gran escala sus negocios con América.
El embajador de España ante la Corte francesa, Juan de Vargas Mexía, implicó a Simón Ruiz en un caso de espionaje, colocándole en una situación embarazosa. Nada menos que Felipe II zanjó la cuestión, con una nota de su puño y letra, en el margen del documento acusatorio, en los siguientes términos: “Lo que se dice de Simón Ruiz no me convence. Tanto a él como a su hermano se les tiene por hombres de bien…”.
Hipólito Ruiz López
Nacido en Belorado, diócesis de Burgos, el 8 de agosto de 1754, Hipólito Ruiz realizó sus primeros estudios de latinidad bajo la dirección de su tío, el sacerdote Basilio López. A los catorce años viajó a Madrid para estudiar, como practicante de farmacia, bajo la tutela de su otro tío, el farmacéutico Manuel López, con quien aprendió rudimentos de Lógica, Física experimental, Química y Farmacia. Estudió Botánica en el Jardín de Migas Calientes, bajo la dirección de Casimiro Gómez Ortega y Antonio Palau Verdera.
Hipólito Ruiz se formó, creció y maduró a la sombra de su tío político, Casimiro Gómez Ortega; como él, entendió que la Ciencia -la Botánica en particular- era una útil herramienta con la que acceder al poder, e hizo uso de ella. Su viaje expedicionario americano le sirvió para introducirse en los círculos de la Real Academia de Medicina, donde brindó a Gómez Ortega un apoyo incondicional, y para intentar establecer algunos monopolios personales sobre los productos naturales americanos con utilidad terapéutica; Hipólito Ruiz se convirtió en la figura española de referencia en lo relativo a la investigación farmacológica con vegetales ultramarinos. Su entronque familiar con Gómez Ortega le facilitó el abrir 'botica pública' y participar, siempre a la sombra de Ortega, en la organización profesional farmacéutica.
En abril de 1777, con apenas veintidós años y tan parca formación, recibiría, a través de Gómez Ortega, el encargo regio de dirigir una expedición científica a la América meridional; iría acompañado de otro joven español, José Pavón, dos dibujantes -José Brunete e Isidro Gálvez- y un médico de nacionalidad francesa, Joseph Dombey. La elección de Hipólito Ruiz, y la de los otros expedicionarios españoles, no debió ser nada fácil; en reiteradas ocasiones se ha puesto de manifiesto la premura con que hubo de gestarse este primer gran proyecto expedicionario ilustrado. Cabe pensar en una etapa de formación intensiva para los botánicos, desde su nombramiento oficioso, propiciado por C. Gómez Ortega, en noviembre de 1776 hasta el momento de partir hacia América un año después.
El viaje desde la Corte al puerto de Cádiz transcurre con normalidad; en Cádiz embarcaron a bordo de "El Peruano", tras seis meses de navegación, en los inicios de abril de 1777, arribaron al puerto de El Callao. Lima, la capital del Virreinato, recibió a los viajeros europeos con los lujos y agasajos de una Corte; las recepciones coparon el mes de abril. A comienzo de mayo dan inicio los trabajos de herborización, primero en las proximidades de Lima; luego trabajaron en las provincias costeras del norte del Perú, Huaura y Lurín, donde acuden, como acostumbra la alta sociedad limeña, a disfrutar de su benigno clima y de la frondosidad de su valle.
La actividad de estos europeos, cuidadosamente acicalados, pero recorriendo a pie los campos con las carpetas debajo del brazo para recoger plantas, llamó poderosamente la atención de los naturales, no acostumbrados a tales ejercicios. El pueblo acuñó para ellos el nombre de "brujos yerbateros", con el que se les reconocerá desde entonces.
En diciembre de 1781 todo el equipo expedicionario parte hacia un nuevo destino, Talcahuano, en Chile. Atracaron en Talcahuano el 30 de enero de 1782, allí estaba la escuadra española y Ambrosio O'Higgins, Mariscal de Campo y Gobernador en funciones de la provincia, quien les ofrece todas las facilidades para el trabajo.
En mayo de 1784 la investigación se centrará en los bosques de quinos, se herborizará menos, pero se estudiarán, con mucho detenimiento, durante largos períodos, en contacto directo con los cascarilleros, la forma de beneficiar el producto y los distintos tipos de árboles. En este trabajo invirtieron los expedicionarios el período comprendido entre mayo de 1784 y octubre de 1787.
El 31 de marzo de 1788, Ruiz y sus compañeros embarcaron en El Callao con destino a Cádiz. El 12 de octubre de 1788 los expedicionarios atracan en Cádiz, en esta ciudad permaneció Ruiz durante diez días a causa, una vez más, de su frágil estado de salud. Pavón e Gálvez salieron hacia Madrid el 18 de octubre; unos días después lo haría H. Ruiz, acompañando a las plantas. El 16 de diciembre Ruiz entraba en Madrid, donde fue recibido por su tío y por Casimiro Gómez Ortega. De este modo acababa una aventura que los expedicionarios vivieron marcada por las penalidades, la adversidad, la enfermedad y la muerte.
A su regreso a la metrópoli, como solución coyuntural, los expedicionarios fueron agregados al Real Jardín Botánico, aunque nunca quedaron integrados en su cuerpo laboral, de modo que el trabajo desempeñado por éstos se desarrolló de manera paralela a las actividades de esta institución.
En agosto de 1792, cuatro años después de su regreso, Ruiz y el resto de los expedicionarios disponen de una sede propia para la "Oficina de la Flora Americana", cuyo objetivo central será la edición de una Flora Peruviana et Chilensis, de la que, en vida de sus autores, vio la luz un Prodromus. (Madrid, 1794) y los tres primeros volúmenes de la obra (Madrid, 1798-1802), firmados conjuntamente por Hipólito Ruiz y José Pavón. No obstante, el carácter utilitario que Gómez Ortega imprimió al proyecto, hizo que éste se decantara hacia la utilidad terapéutica y comercial de los vegetales americanos; no en vano el primer resultado publicado de esta Expedición fue una Quinología. (Madrid, 1792), firmada sólo por Hipólito Ruiz, prontamente traducida al italiano (Roma, 1792) y al alemán (Göttingen, 1794) y, parcial y posteriormente, al inglés (Londres, 1821).
Además de su trabajo en la "Oficina de la Flora Americana", Hipólito Ruiz supo dar nuevos derroteros a su vida profesional. Apenas un año después de llegar a Madrid tras la experiencia americana, el 5 de febrero de 1790, obtuvo el título de boticario por el que se le permitía "asentar y poner su botica pública"; ésta se ubicó en Madrid, en la calle Encomienda esquina a Mesón de Paredes. Su nueva profesión, y el continuo apoyo de Gómez Ortega, le hicieron tomar parte muy activa en la vida corporativa farmacéutica; entre 1798 y 1806 ocupó el cargo de primer secretario del Colegio de Boticarios de Madrid; en 1814 fue nombrado Visitador de Boticas de Madrid; con anterioridad había rechazado el nombramiento, ofertado en 1809 por el Gobierno intruso, de Examinador Supernumerario del Consejo de Sanidad; pese a ello, su nombre figuró en la relación elaborada por José Bonaparte como adecuados para ejercer la enseñanza de la Botánica.
Hipólito Ruiz falleció en Madrid, en 1816, a consecuencia de un derramamiento masivo de sangre por las fosas nasales.
Nació el 15 de marzo de 1816 en la villa de Belorado (Burgos). Estudió Filosofía y Teología y en 1838 obtiene el título de profesor de Humanidades y más tarde, por oposición, una cátedra de Retórica en el colegio de Orduña (Vizcaya) y otra análoga en Castrojeriz (Burgos). En 1846 fue nombrado catedrático de Latín y Castellano en el Instituto de Segunda Enseñanza de Burgos ocupando en el mismo centro, a partir de 1856, la cátedra de Retórica y Poética. En 1861 se traslada a Madrid a impartir esta misma asignatura como Catedrático en el Instituto de San Isidro.
En el ejercicio de su cargo durante cuarenta años alcanzó una gran reputación, pero fueron las publicaciones de sus doctas obras literarias las que le dieron un renombre que aún se mantiene en la actualidad, debido fundamentalmente a su obra más célebre, el Nuevo Diccionario Latino-español etimológico. Hasta julio de 1867, fecha en la que se presenta el diccionario, no existía en Lengua Española un compendio tan exhaustivo de la lengua de la antigua Roma. Conocido como el “de Miguel” este libro sigue siendo una obra de referencia fundamental para todos los estudiosos de la lengua latina y los meros interesados en la etimología de la lengua castellana. Otras obras suyas, aunque menos conocidas, siguen gozando de validez como obras de consulta en gramática castellana y latina, retórica y poética o filología. También escribió libros de poesía y fábulas morales.
Feliciano Manuel Vitores
Manuel Feliciano Vitores era natural de Belorado. Empresario audaz, aunque injustamente olvidado, su nombre está escrito con letras de oro en la historia del cine español. Gracias a él se realizó la primera película sonora del celuloide patrio, “El misterio de la Puerta del Sol”. Además, obra en su currículum la autoría del primer monólogo de humor -hoy convertido en todo un género- nunca antes grabado: el protagonizado por el irrepetible Ramón Gómez de la Serna que hoy.
En 1927, el norteamericano Lee de Forest había aterrizado en Europa con un sorprendente artilugio bautizado Phonofilm, mediante el cual se había proyectado, con un éxito inenarrable, la película The Jazz Singer. El impacto de este filme, el primer sonoro de la historia, supuso una revolución. Durante su visita a España, De Forest hizo unos pocos pases privados, siendo Primo de Rivera uno de sus privilegiados espectadores. Antes de regresar a Estados Unidos, el yanqui tuvo la fortuna de hacer caja vendiendo el invento a tres industriales: Enrique Urazandi, Agustín Bellapart y Feliciano Manuel Vitores, quienes se asociaron en la empresa Hispano de Forest Fonofilm.
La adquisición les otorgaba las patentes del invento en España y Portugal, sus derechos durante diez años y la posesión de un paquete de películas. Con el centro de operaciones en Barcelona, donde se crearon unos estudios, la sociedad anónima decidió dar a conocer el Phonofilm de forma itinerante por toda España: Madrid, Burgos, Bilbao, San Sebastián, Barcelona o Logroño fueron algunas de las ciudades en las que se exhibió el milagroso aparato. Sin embargo, la compleja instalación y el arcaico funcionamiento del aparataje convirtieron cada exhibición en un desastre. Las críticas fueron durísimas. Y aunque las giras continuaron, la empresa entró en crisis, precipitándose su liquidación.
Sin embargo, el empresario beliforano no se dio por vencido y decidió quedarse como único propietario. Ya entonces tenía en mente la única salida posible para remontar la situación de la Hispano de Forest Fonofilm: la producción de un largometraje sonoro en español.
Vitores logró reunir un importante suma de dinero (18.000 pesetas) y contrató, como director y guionista, a un onubense: Francisco Elías, que ya había dirigido varias películas mudas. El elenco de actores fue asimismo importante: el actor de moda Juan de Orduña (quien años más tarde sería director), Teresa Penella, Anita Moreno, Jack Castello y Antonio Barber. Entre octubre y noviembre de 1929 se rodó la película. Los exteriores, claro, en la Puerta del Sol y en la Gran Vía; los interiores fueron filmados en un hotel propiedad del industrial beliforano en la Ciudad Lineal así como en los talleres de dos periódicos: el Heraldo de Madrid y El Liberal.
El misterio de la Puerta del Sol narra la rocambolesca historia de Pompello Pimpollo (Juan de Orduña) y Rodolfo Bambolino (Antonio Barbero), dos linotipistas que prueban suerte como actores durante la visita a Madrid del director Edward S. Carawa (Jack Castello) y su estrella, Lía de Golfi (Anita Moreno). Al ser rechazados, traman fingir la muerte violenta de uno de ellos con el fin de llamar la atención. Sueños, crímenes, deseo... El guión del película ha sido considerado como ‘bueno’, si bien el éxito cosechado por la cinta fue nulo debido a las numerosas deficiencias. La película se estrenó en el Coliseo Castilla de Burgos un año después, en enero de 1930. Quizás por la condición de burgalés del productor, la crítica fue benévola.
«La sincronización conseguida es perfecta; la palabra se corresponde exactamente con los movimientos de los labios. La amplitud precisa de los sonidos es algo más difícil de conseguir (...) La lucha que el señor Vitores ha emprendido por la producción española de la película hablada es digna de aliento y estímulo, y el rasgo de ofrecer a Burgos la virginidad de su primera obra es de agradecer y de aplaudir» (Diario de Burgos). Lamentablemente, no sucedió lo mismo en otras ciudades. El fracaso fue estrepitoso y llevó a la ruina al beliforano.
A comienzos del año 1995 la Filmoteca Nacional hizo pública su nueva adquisición. Se trataba de una copia de El misterio de la Puerta del Sol que se creía desaparecida pero que había permanecido oculta en cuatro latas metálicas ostensiblemente oxidadas en un desván de la casa de los herederos de Vitores en Belorado. Convenientemente rehabilitada, la película de nitrato recobró la vida, permitiendo así la posibilidad de estudiar los orígenes del cine sonoro en España. Una aventura inédita y maravillosa.
Edificios Civiles
Cuevas de San Caprasio, San Valentín y Santa Pía
Bajo las ruinas del castillo que se asientan sobre un elevado escarpe, se localizan los restos de las tres cuevas que según quiere la tradición, sirvieron de eremitorio a San Caprasio y a sus compañeros anacoretas Santa Pía y San Valentín.
La historia de San Caprasio, asociada a la de Santa Fe, nos la cuenta en parte el Liber peregrinationis: San Caprasio, obispo de Agen (en la Gascuña Francesa) en el último tercio del siglo III, se ocultó en una cueva durate la persecución decretada por el emperador Maximino. El ejemplo de la joven Fe, afrontando valerosa y abiertamente el martirio, le hace abandonar su escondite, ir al lugar de martirio de la doncella y encontrar el mismo glorioso fin que ella.
Es razonable pensar que ésta devoción fue llevada a Belorado por peregrinos o colonos gascones, quizás los mismos traídos por Alfonso I el Batallador para repoblar la villa en 1116.
Parece que ésta cueva, una de las numerosas que horadan el barranco de Belorado, sirvió efectivamente como morada- eremitorio durante la época visigótica, época en la que el movimiento anecorético tuvo gran pujanza. Hoy son propiedad particular.
Castillo de Belorado
Sobre un promontorio, que proporciona una privilegiada panorámica de la zona, se encuentran las ruinas del castillo de Belorado. Lo único que se puede saber es que constó de un elemento cuadrado en el centro, posiblemente la torre del homenaje, y de una cerca irregular. Se aprecia con claridad el foso que rodeó la fortaleza. Por su importancia estuvo en manos de la Corona, los Lara, Haro, etc., hasta que en el año 1429 el rey Juan II lo donó a los Velasco.
Su fábrica es de yeso y glauberita. Se documenta una torre cuadrada y semiderruida en el centro (torre del homenaje) y una cerca acabada en forma puntiaguda que rodea la torre por el Noroeste y que está sujetada en la base por un muro de ladrillo, realizado para impedir su ruina total. La torre está parte semiexcabada en la roca, mediante la construcción de una zanja que sirve como foso, es resto está construido con muros de espesor de hasta 3,5 m mediante el sistema de doble parámetro de mampostería trabada con argamasa, rellenando el centro con ripio. Su génesis parece remontarse a la Alta Edad Media tras la toma de Ibrillos por los árabes, durante el reinado de Alfonso III (866-910). Constituyó una importante plaza fuerte en el sistema defensivo que se estableció en la comarca para vigilar el paso entre los reinos de Navarra y Castilla. Una vez acabadas las luchas entre los reinos cristianos y las guerras civiles en Castilla, sobrevino un periodo de paz que hacía innecesaria la constante atención al castillo. Debido a ello su deterioro fue progresivo; así consta que en 1650, la fortaleza estaba en ruinas, permaneciendo en pie sólo la torre principal. Ya en 1683 el Duque de Frías, ante la riuina de la fortaleza, determina la demolición de ciertos sectores, con objeto de evitar que las lluvias pudieran provocar desprendimientos. Parece ser que durante el reinado de Fernando I parte de éstas tierras de Belorado fueron dadas, en concepto de señorío, al Cid con motivo de su casamiento con Jimena. Muy cerca del mismo se encontraba el barrio judío, que tenía la obligación de reparar la muralla y mantener en buenas condiciones la torre del homenaje. Desde el castillo son visibles los pueblos de Cerezo de Riotirón y Villafranca Montes de Oca. El 22 de abril de 1949 fue declarado B.I.C.(Bien de Interés Cultural).
Murallas de Belorado
Muy pocos vestigios quedan del cerco de Belorado.
Plaza Mayor de Belorado
Es el corazón de la villa, está en parte asoportalada, es de extensas dimensiones y de planta trapezoidal irregular. Sus arquerías y algunas casas blasonadas dan un bello sabor característico. El templete central y el paseo que lo rodea son el centro de la vida beliforana. Resonde a un área de exensióndel núcleo desarrollada durante la Edad Media como espacio donde celebrar los mercados semanales y las ferias anuales, lo que explica su gran extensión. Se conslida en los últimos tiempos de la baja Edad Media y en el siglo XVI cuando su perímetro queda plenemente definido. Está constituida como un ámbito cerrado al realizarse los accesos de forma lateral sin atravesarla. Ello favoreció su transformación en escenario de corridas de toros y celebraciones festivas-comedias, bailes,etc. Su carácter plurifuncional es reforzado al ser éste espacio el lugar preferido por los vecinos para sus reuniones y paseos bajo los soportales.
Puente de "El Canto"
Sobre el rio Tirón. Según se cree, puso ser reconstruido por Santo Domingo ayudado por San Juan de Ortega en tiempos de Alfonso VI. Se sabe que tenía un cadalso o fortín de madera a la entrada del mismo, lo cual indica su valor estratégico. Contenía once arcos desiguales y fue derribado en su parte central para realizar el paso a la carretera. Conserva en las partes externas se conservan varios arcos de sólida construcción y estilo románico uniforme hechos de piedra silícea fuerte.
Edificios Religiosos
Iglesia de Santa María
Está erigida al pie de las ruinas del antiguo castillo, en el mismo lugar donde, en su día, estuvo ubicado el pequeño templo llamado de Santa María de la Capilla, del que únicamente se conserva la imagen titular, que en la actualidad preside el retablo del altar mayor. Fue construida en estilo gótico tardío en el siglo XVI y está concebida de acuerdo con el modelo de iglesia –salón con tres naves sobre columnas y cuenta con una cúpula sustentada sobre cuatro pechinas y rematada con un pequeño cimborio. Sus muros están construidos, fundamentalmente, con canto rodado recogido con argamasa, si bien la parte central de la fachada principal es de piedra de sillería. En las bóvedas se puede admirar vistoso arandelaje dispuesto a modo de remate de las claves de crucería y de las distintas nervaduras. El retablo mayor es barroco de finales del siglo XVII o principios del XVIII y se organiza con cuatro columnas salomónicas y consta de banco o predela, cuerpo tetrástilo sostenido por dichas columnas, que le dividen en tres calles y de remata el ático. En el centro se halla la imagen de la Virgen, antes mencionada, obra del gótico del último tercio del siglo XIII. Esta talla se encuentra flanqueada por las esculturas de San Juan Bautista y de San Lorenzo. Sobre la hornacina de la Virgen se puede contemplar una cartela con un jarrón de azucenas, motivo que se volverá a repetir en otros lugares del templo y que es símbolo de Nuestra Señora. En el remate y sobre el eje de la calle principal se halla un calvario de la mitad del siglo XVI. Hay una capilla dedicada a la Inmaculada, otra a la Virgen de los Dolores y una tercera de los Mendoza- Salazar, de la segunda mitad del siglo XVI y dedicada a San Nicolás de Bari y también hay una pequeña imagen que, se supone, es de San Juan de Ortega. Son también de interés la capilla del Baptisterio, la sacristía, un Cristo pequeño de marfil, un calvario con sus tres figuras, también de marfil y algunos cuadros.
La Capilla de Santiago, se encuentra en la cabecera de la iglesia, junto al presbiterio y al lado de la epístola. Está delimitada por unas notables rejas renacentistas de estilo plateresco del siglo XVI, cuyos barrotes se ven animados con mazorcas y anillas. Se encuentran rematadas por unos bajorrelieves con el rostro de Nuestro Señor y el escudo familiar del fundador de la capilla, el licenciado Gonzalo Monte de Marrón, inquisidor que fue de Valladolid, canónigo de Zamora y canónigo de Cámara y beneficiado de esta iglesia y natural de esta villa. En su cabecera hay dos columnas de piedra, que delimitan una amplia hornacina, también de piedra, con las esculturas del Crucificado, de la Virgen Dolorosa y de San Juan Evangelista. En dicha hornacina se encuentra enmarcado un retablo de madera de bella factura romanista de hacia el año 1570 y consta de banco o pedrela, con cuerpos divididos en tres calles, más ático o remate. Sus columnas son estriadas con un capitel jónico las del primer cuerpo y corintio las del segundo; y el establamento cuenta con arquitrabe, friso y cornisa. En el primero de los cuerpos en la calle central está la imagen de Santiago Peregrino con aspecto varonil de singular belleza, acompañado en las calles laterales por las esculturas de San Blas y San Atilano. En el centro del cuerpo segundo y en alto-relieve, otra efigie del santo conocida como de Santiago Matamoros, flanqueada por sendos bajo-relieves que representan el uno el martirio del Santo y el otro a unos peregrino implorando la ayuda del mismo. El ático del retablo lo configura un tímpano con la representación antropomorfa del Padre Eterno. En el paño del lado de la epístola de esta capilla hay dos arcosolios funerarios, con el escudo del fundador en la parte superior de ambos. En el vano de uno de estos arcosolios se encuentra una pequeña hornacina con una bella escultura pétrea renacentista de Santa Ana Triple. En las tres figuras, el Niño, María y Santa Ana hay una gran expresividad y gran naturalismo. Son también de tener en cuenta las arandelas de madres de las claves de la bóveda.
Iglesia de San Pedro
Enclavada en la parte oriental de la Plaza mayor, parece ser que fue de fábrica medieval, aunque muy reformada en el siglo XVII. ES de una sola nave de notables proporciones, dividida en cinco tramos y sostenida por los correspondientes contrafuertes, que dan lugar a pequeños espacios o capillas y que , al estar abiertos tres de cada uno de los lados laterales por unos arcos de medio punto, hace que dichas capillas se comuniquen entre si. De este modo la impresión que ofrece es que se trata de un templo con tres naves. Entrando en la iglesia lo primero que salta a la vista es el retablo mayor, realizado hacia el año 1760 por Manuel y Pedro- Román Solano, padre e hijo respectivamente y maestros entalladores, el primero procedente de la Calahorra y el segundo natural de Cuzcurrita, pueblos ambos de La Rioja. Éstos residieron en la villa de Belorado y trabajaron para La Rioja, Álava y Burgos. Éste retablo generoso en oro y en líneas curvas es de estilo barroco, pero dentro del gusto rococó y, sustentado sobre un pedestal de ladrillo recubierto de madera, consta de banco o pedrela, cuerpo sostenido por cuatro columnas gigantes y triple remate o ático. Dentro de la calle central y en lugar preferente está, en su correspondiente hornacina, la esbelta imagen de San Pedro, de pie y revestido de los atuendos de Romano Pontífice, tocado con la tiara y portando el Báculo papal. A ambos lados están las imágenes de San Juan Evangelista y San Andrés. En la parte superior y en el centro está la Virgen Asumpta y junto a Ella en las otras dos calles laterales las imágenes de San Matías y San Ciriaco. Tiene además el retablo estatuas de las tres virtudes teolo9gales y las cuatro cardinales que con otros adornos hacen del mismo un conjunto muy bello. A uno y otro lado del presbiterio se encuentran ubicadas sendas capillas: la de los herederos de Bartolomé Alvarado y la de Don Hernando Correa de Velasco. En la del primero hay una bella talla de la Inmaculada del siglo XVII, obra que recuerda a las Inmaculadas de Gregorio Fernández. En la otra capilla hay una imagen gótica de la primera mitad del siglo XIV de Santa Ana Triple. Hay, también, un busto-relicario de San Esteban, abad que fue del monasterio de Cardeña y nacido en Fresneña. A ambos lados de la iglesia hay otros cuatro pequeños retablos del siglo XVIII. En el coro se puede fijar la atención en tres clases de elementos: EL órgano de estilo rococó, habiendo sido construido en el año 1785. Un fascistol de nogal y cuyo pie y astil están primorosamente labreados. Finalmente una bella sillería que procede del antiguo convento de San Francisco, del que se trasladó al lugar que ocupa en el año 1809. A todo lo expuesto se puede añadir una serie de abundantes cuadros que se albergan en el recinto sagrado, provenientes casi todos ellos del ya mencionado exconvento de San Francisco.
Ermita de Nuestra Señora de Belén
Patrona del pueblo, se halla enclavada a la entrada del pueblo viniendo de La Rioja, junto a la carretera y a la vera del Camino Jacobeo Francés, no en vano fue antiguo hospital de peregrinos. Su edificación era medieval y a la misma alude un documento, que se conserva en el Archivo catedralicio de Burgos, según el cual el rey Alfonso VIII la dona en el año 1171 a la iglesia metropolitana de Burgos y a su obispo Son Pedro “esta iglesia de Santa María de Belén con su hospital y sus posesiones…” La estructura primitiva de esta ermita se renovó en el siglo XVIII, época a la que corresponde su retablo mayor con camarín para recoger a la Virgen titular. Su imagen es de las de vestir y su estructura deja mucho que desear. Se hizo para sustituir a otra, con toda probabilidad del siglo XII, que desapareció a consecuencia de un incendio en el siglo XVIII. Se encuentra rodeada de sus padres San Joaquín y Santa Ana a los dos lados, y de su esposo, San José en lo más alto, esculturas estas ultimas que ofrecen un aspecto del todo agradable gracias a su rica y brillante policromía naturalista muy cuidada. El presbiterio se cierra mediante una notable reja cuyos balaustres se encuentran animados por mazorcas y anillas, y es de mediados del siglo XVIII. El púlpito mantiene idénticas características a las de la verja. Dentro también de la ermita existe un notable conjunto de cuadros al óleo, todos ellos de notable interés artístico, entre los cuales cabe señalar a una que muestra a la Virgen de Belén, flanqueada por San Vitores y San Isidro, patronos del pueblo. En ella se encuentra el Cristo de San Lázaro procedente del antiguo Hospital de San Lázaro. También se conserva una estatua de San Juan (s. XV) trasladada desde la capilla del cementerio viejo. Cabe destacar un Reja del siglo XVIII de los talleres vascos. En la Ermita de Nuestra Señora de Belén radicaba la Cofradía de Santiago. De esta cofradía de origen medieval, reservada únicamente a los hidalgos pudientes, se conservan de forma parcial, y a partir de 1540, sus libros. Los estatutos de esta hermandad datan también de esta misma fecha. Es ésta la única ermita que queda en pie tras haberse demolido la del Santísimo Cristo de San Lázaro, en donde radicaba, al menos desde 1666, una cofradía bajo la misma advocación. Desde 1662, en los libros de fábrica de Santa María solo se habla de la existencia de un hospital dependiente económicamente del concejo y conocido como el de la Misericordia. Ya en 1701 era el único existente en la villa. De éste hospital, que se cita en 1706 bajo la advocación de Santa Ana, en 1772 como el de la Misericordia y más tarde como el de Santa Isabel, tan solo nos queda hoy el recuerdo de su existencia en el solar donde actualmente se ubica la discoteca.
Convento de San Francisco
El edificio está convertido en viviendas. Aún quedan en él restos mudéjares y yeserías. Fundado en 1250 y demolido en 1295. Pocos años después se reparó su fábrica y así continuó hasta 1428, en que Fray Lope de Salinas formó la Custodia de Santa María de los Menores, con ayuda del Conde de Haro. Fue uno de los cinco conventos que constituyeron la primitiva Custodia Burgense. Su fundación espiritual es atribuida a los primeros padres de dicha Custodia, discípulos directos de San Francisco. De quí salieron para misiones en América Fr. Juan de Zamora, natural de la villa, y Fr. Diego de Rebullida, que fueron martirizados en las montañas de Talamanca, en Méjico. Hay memoria de que aquí se alojó San Bernardino de Sena de paso para Burgos y Santiago de Compostela. En 1443 y 1457 fue reducido a cenizas por sucesivos incendios. Comenzó de nuevo a reconstruirse y para proseguir la obra hizo un donativo Pedro Fernández de Velasco y Marina de Velasco en 1498 en su testamento dejó legados para la obra y construcción para la capilla mayor, donde fueron enterradas ésta y una hermana suya. Su construcción corresponde al estilo del siglo XVI, como lo indican la nave de su iglesia; y a la misma centuria pertenecen los retablos que de él se llevaron y se ven aún en la iglesia parroquial de Villafranca Montes de Oca. La sillería de coro fue rasladada a principios del siglo XIIX a la parroquia de San Pedro. Disponía el convento de un importante número de dependencias -dormitorios o celdas, refrectrio, biblioteca, sacristía, construcciones auxiliares coo caballerizas, oficinas, etc.- que estaban organizadas en torno al claustro. Según podemos leer en el libro de Hipólito López Bernal "Apuntes históricos de Belorado", fueron tres los conventos de la Orden del Deráfico P.S. Francisco que tuvieron su asiento en Belorado o en parajes próximos a él. Del primero únicamente se conoce la cesión, en el año 1128, al obispo de Burgos don Simón, del Monasterio de Santa María de Vilhorado. El segundo fue el convento de Nuestra Señora de Linares. Fundado por Fr. Lope de Salinas en el año 1440, debió ser primero santuario y posteriormente transformado en convento con la ayuda del Conde de Haro. Situado al final del barranco de Linares a cinco kilómetros de Belorado, ya no se conservan restos de él.
Convento de Santa Clara
Situado a las afueras de la villa, al poniente, se fundó en un campo que se denominaba Bretonera, de ahí que también se llame el Monasterio de Nuestra Señora de la Bretonera. Su comienzo fue una comunidad de piadosas mujeres que , en 1358, pidieron al Papa les concediera la regla de Santa Clara para ajustar a ella su vida. Se dice, fue arruinado en las guerras. El P. Lope de Salinas, en 1446,, fundó en convento de la Orden Tercera de San Francisco secundado por el Conde de Haro, y en 1460 éste señor obtuvo bula pontificia para erigir convento de la regla de Santa Clara. Pocos años después se reparó el convento y se reedificó la iglesia con ayuda de dos religiosas hijas de don Bernardino de Velasco, doña María y doña Inés de Velasco, cuyas aportaciones, junto a las de otros miembros de la Comunidad, hicieron posible las citadas obras. El obispo de Burgos, don Luis de Acuña fua especialísimo bienhechor del convento, ampliando el edificio y recuperando algunas posesiones que estaban perdidas. Otro gran bienhechor de éste convento fue Simón Ruiz Embito, famoso mercader, natural de Belorado pero residente en Medina del Campo. Bautizado en Santa María, acudió con donativos a las necesidades de la iglesia y del Monasterio de Santa Clara. En su testamento dejó un legado por 40.000 maravedíes en su favor. Entre las religiosas que sobresalieron por su espiritualidad y eficacia, están las citadas hermanas María e Inés de Velasco, Casilda Calderón, Clara de Torres, Jerónima Martínez, Juana Rodríguez, Bernardina Samaniego, Francisca Valiente, Isabel Ordoñez y la primera priora, Gol González. Con motivo de la Independencia, la comunidad se vió obligada a abandonar el Monasterio. A su regreso encontraron los altares de la iglesia convertidos en pavesas. El apoyo moral y económico de algunas personas generosas las ayudó a vivir su vida religiosa con normalidad por algunos años. Tres decretos de Mendizábal entre 1835 y 1836 suprimían las Ordenes religiosas, excepto las que se dedicaban a pública beneficiencia, y sus posesines fueron confiscadas. Privadas de sus bienes, casa y fincas, las religiosas se vieron sumidas en una extrema pobreza. En éste enojoso trance fue decisivo el apoy ode una dama de Belorado, doña Bonifacia del Campo. Después de la Desamortización la vida del Monasterio se desenvolvió con normalidad, gracias al trabajo manual y a generosas donaciones.
Iglesia del Convento de Santa Clara
Está enclavada en la parte norte de éste y sigue el modelo de aquellas de planta de cruz latina. Tiene una única nave y sus bóvedas son muy planas y estrelladas, correspondiendo su hechura al siglo XVI. Su braza vertical está dividido en cuatro tramos, más el del presbiterio, y las claves centrales de los mismos están adornadas con el escudo de la familia de los Velasco, Condestables de Castilla y protectores que fueron del cenobio. (Dª. Maria de Velasco, hija de Bernardino de Velasco, Condestable de Castilla, fue religiosa de este monasterio hacia el año 1557) La portada fue colocada en un lateral de la iglesia y es de estilo plateresco, llevando en el centro del dintel un hermoso escudo de la ya mencionada familia de los Velasco, con sus característicos veros y en su tímpano una tabla de la Inmaculada del mismo estilo arquitectónico. Cuenta la iglesia con tres retablos, el mayor que se encuentra en el cabezal del templo y los otros dos en los brazos laterales, siguiendo todos ellos la línea del barroco, correspondiendo su hechura al último tercio del siglo XVII. El retablo mayor consta de banco o predela, y cuerpo dividido en tres calles y ático o remate, siendo las columnas gigantes y de orden corintio con fuste liso. En la parte central preside una imagen de la Virgen en misterio de la Asunción a los cielos a la que dos ángeles se aprestan a coronarla. Dicha imagen evoca a las de la escuela andaluza y está flanqueada por las de San Francisco y Santa Clara. En el centro del Ático se puede ver un frontón semicircular, sobre el que dos ángeles parecen indicar a la Virgen que su sitio en el cielo le tiene reservado junto a su esposo el Espíritu Santo, representado en la mística paloma. El sagrario es exento y está concebido a modo de templete clásico. En el coro hay un pequeño retablo e estilo barroco con la imagen de vestir de la Nuestra Señora de Bretonera, advocación ésta de la Virgen a la que está dedicado el convento de las Clarisas, y adosado en la pared del evangelio, un magnífico órgano del año 1799. En éste convento de Santa Clara y hasta hace unas décadas, se conservó uno de los Autos Sacramentales más antiguos del teatro español.
Ruina de la Iglesia de San Nicolás
Es la iglesia de más antigüedad conocida en la villa durante los siglos XVII y XVIII entra en decadencia a la sombra de las iglesias de Santa María y San Pedro. Constaba de tres naves separadas por ocho pilares muy embadurnados de cal, donde se veían mascarones, figuras de animales y hojas. En su mayor parte tenía arcos de medio punto con bóvedas de crucería románicas del siglo XII. El ábside y los dos tramos inmediatos al mismo, con sus arcos ojivales lancetados pertenecían al siglo XIII. El mobiliario se componía de un retablo mayor de puro estilo churrigueresco, con columnas salomónicas cubiertas de follajes y frutas. Los laterales eran del mismo estilo, siendo de apreciar en el del lado izquierdo una estimable imagen de Nuestra Señora de la Antigua, tallada en madera sedente, amamantando a su hijo, conservada en la Iglesia de Santa María. De fines del siglo XVI o principios del XVII era el retablo de Santa Ana, adornado con finas columnas estriadas. Lo único que hoy podemos contemplar es la portada, de estilo renacentista con arco de medio punto decorado con columnas estriadas a los lados. Sobre ella hay otro arco apuntado, en este caso ciego que apoya sobre ménsulas y enmarca una hornacina rectangular donde se expone la imagen del santo. Se procuró su mantenimiento y las necesarias reparaciones para su funcionalidad, aunque a principios del siglo XX, en 1908 fue cerrada al culto dada la eminente ruina, lo que propició su posterior abandono, autorizándose su derribo en 1920. El espacio correspondiente el interior del templo se encuentra ocupado por distintas construcciones.
Otros Lugares de Interés
Cueva de Fuentemolinos
Se trata de una gruta burgalesa única en el mundo, que goza de gran belleza y singularidad. La cueva se desarrolla en una masa de conglomerados calcáreos depositados durante el Oligoceno, hace unos 35 millones de años. Este tipo de rocas, formadas por multitud de grandes cantos rodados cementados, no favorecen la formación de cuevas y menos las de una longitud tan considerables como la de Fuentemolinos. Si a lo anterior se le añade la belleza y profusión de formaciones, tours, excéntricas, coladas, estalactitas, estalagmitas y columnas, dejadas por la litogénesis en sus suelos, techos y paredes, es tan fácil hablar de una de las cuevas más importantes de su género a nivel mundial. La principal característica de esta cueva es que está excavada en una zona de pudingas cementadas con motivos calizos del Oligoceno. Esto supone una gran rareza geológica que junto a sus más de cuatro kilómetros de desarrollo, la convierten en la sexta cueva del mundo en cuanto a su género. A unos 500 metros del mismo y en una ladera que se levanta sobre le curso del arroyo del río, afluente del cercano Tirón, se abren bocas de la cueva de Fuentemolinos. Mientras por la parte inferior surge el río subterráneo que recorre la cavidad, en la superior una angosta gatera es utilizada por los espeleólogos e investigadores que la visitan. La cueva presenta un claro desarrollo horizontal en el que se distinguen tres pisos superpuestos, de los que se ha llegado a topografiar un total de 4.086 metros. El nivel inferior es un cañón, por el que discurre el río subterráneo que brota al exterior, que sigue un trazado meandriforme y que en algunos puntos llega a rebasar los 25 metros de altura. Los dos pisos superiores, que en algunos lugares se asoman a la galería inferior, se encuentran en estado fósil y evolucionan en paralelo al curso del río. Es en estos niveles elevados donde se concentran los elementos y fenómenos de mayor belleza y singularidad del interior de la cueva.
Minas de magnesio
Los edificios relacionados con las minas de pirolusita y que se pueden visitar en la actualidad son:
- Lavadero de mineral usado en la última explotación de la mina Victoria hasta el año 1965 y destinado a ser el Centro de Interpretación.
- Minicentral eléctrica y lavadero de ropa.
Centro Digital de Promoción Jacobeo
El Centro se encuentra situado en la Plaza Mayor de la localidad, dando la bienvenida a los peregrinos que llegan a Belorado. En su interior se muestran al viajero mediante una exposición de fotografías y dos grandes pantallas de plasma con recreaciones en 3D, los principales monumentos que se va a encontrar el peregrino a lo largo del Camino a su paso por Castilla y León. En el Centro Digital de Promoción Jacobea se proporciona al peregrino, en el pórtico de entrada de la ruta en la región, una completa información anticipando las poblaciones, monumentos y espacios naturales que se encontrará en su recorrido (desde Redecilla del Camino en Burgos, hasta La Laguna de Castilla en León). Se han recibido visitas de sitios tan alejados como Canadá, Argentina, Japón, Kazajastán o Nigeria y visitantes de más de 30 nacionalidades han acudido al Centro.
Desde el centro se provee al turista de información sobre nuestra localidad, provincia y Comunidad, promocionando así nuestro entorno cultural, natural, gastronómico, etcétera; el cual merece una mención especial dentro de su riqueza patrimonial.
Historia
Belorado se ubica al este de la provincia de Burgos, próximo a la Rioja, en la falda de la Sierra de la Demanda. Su situación es estratégica al ser el paso natural entre el valle del Ebro hacia la Meseta durante la Reconquista.
Los orígenes de Belorado (Bellumfori) quedan reflejados en los yacimientos celtibéricos (autrigones) como es el caso de "La Muela" y romanos existentes, como es el caso de "La Mesa", o bajo las actuales ruinas de su antiguo castillo. Especial importancia tiene la vía romana que desde Cerezo de Río Tirón (Segasamunculum), siguiendo por el denominado Camino Viejo, paralelo al río Tirón, llegaba a Belorado, cruzando el citado río por el lugar del Puente Viejo cuyos restos se sitúan junto al actual, accediendo al cerro de "La Mesa", donde se encontraba el oppidium romano antecesor de Belorado (Abásolo, 1974: 11). Desde allí probablemente arrancaría otro camino secundario que comunicaría con Auca (Villafranca Montes de Oca).
Los restos de ésta época hallados a lo largo del tiempo son variados: un magnífico conjunto epigráfico de estelas funerarias, tesela hospitalis, vasija de grandes dimensiones,aras votivas, monedas.... Con la conquista por parte de Alfonso I de todo el territorio de la zona Oca- Tirón, se erige la fortaleza de Cerezo de Río Tirón con el fin de detener las primeras avanzadas árabes. Quizá la fortificación de Belorado se levante en este momento, ya que la existencia del cercano monasterio de San Miguel de Pedroso (759), demuestra que la región fue repoblada tempranamente, a pesar del cercano peligro musulmán. Sin embargo estas campañas musulmanas, es especial la protagonizada por Abderramán I (759) que penetra hasta territorio alavés, dejaron el territorio semidespoblado hasta finales del siglo VIII y comienzos del IX, iniciándose así a mediados de éste último (855-870) la nueva repoblación de este territorio. Es en éstos momentos, durante el mandato de Alfonso III, cuando algunos autores pretenden ver la configuración defensiva de la fortaleza del castillo.
Por otra parte, la presencia de las cuevas de San Caprasio atestigua el proceso eremítico en este momento histórico. Sin embargo, la primera mención documental referida a la villa es del año 945, en que se dice que Belorado"era en cabo del condado", es decir, fronterizo con Navarra (Cadiñanos, 1987 149).
Cuando a principios del siglo XI Sancho III el Mayor de Navarra modificó el trazado del Camino de Santiago, desde Nájera hasta Santo Domingo de la Calzada y Belorado, nuestra villa alcanzará momentos de esplendor, participando durante la Edad Media de un amplio desarrollo social y económico debido a su emplazamiento en el Camino de Santiago confirmando definitivamente su personalidad. Su significado como punto importante queda patente en las guías de peregrinación- Americ Picaud la menciona con el nombre de Belforatus o "hermoso agujero"- y la mejora de sus infraestructuras queda reflejado en la mejora de los caminos, realizada por Alfonso VI, la construcción de un puente sobre el río Verdeancho y la mejora del primitivo Puente del Canto, sobre el Tirón, atribuido a San Juan de Ortega, así como el antiguo Hospital de los Caballeros, del cual lo único que queda en la actualidad es la Ermita de Nuestra Señora de Belén, o la antigua ermita de San Lázaro (hospital de peregrinos e infecciosos). Después de la toma de Ibrillos, el territorio es sumido a los reyes de Asturias y el Conde Fernán González se instala en Belorado entre 970 y 975.
La geografía hace a Belorado punto de unión entre la sierra ganadera y la fértil vega del río Tirón. Su situación entre Castilla y Navarra la harían objeto de apetencia de ambos reinos, diversos hechos de armas hablan de destrucciones y conquistas. Su castillo fue plaza fuerte del Cid, y fue entregado como dote de bodas del rey Fernando I (primer rey castellano), al casarse con Jimena.
En el siglo X, el primer conde castellano independiente, Fernán González, como agradecimiento de que en Belorado le libraron de los hierros con los que le tenía preso el Rey de Navarra (como dice el poema de Fernán González), concedió a la villa el privilegio de celebrar mercado los lunes, costumbre que anima todavía la plaza mayor porticada.
Belorado entrará en la historia del siglo XII, tras la muerte de Alfonso VI (1109), en un periodo de enfrentamientos generalizados con el comienzo del reinado de doña Urraca y su esposo, el rey aragonés Alfonso I el Batallador, dando lugar a un nuevo periodo bélico en todo el territorio castellano. Así en 1114 Alfonso I se apodera de los castillos de Belorado, Cerezo, Cellorigo, Villafranca, Petralada, Poza, Burgos, Castrojeriz, quedando la mayor parte de la provincia de Burgos bajo su control hasta su muerte en 1134. Es en éste momento cuando Belorado comienza a adquirir importancia ya que el citado rey concedió a Belorado su Fuero (1116, agosto, 6), de señalada importancia histórica ya que entre sus beneficios le concedió celebrar una feria, posiblemente la más antigua documentada en la historia de España. El resultado de estos privilegios será el crecimiento económico y poblacional de la villa, especialmente por la aportación de francos y judíos, que al amparo del comercio y del camino jacobeo, se establecen en la villa.
En el fuero se concedía exención de portazgo, el establecimiento de un mercado semanal los lunes y una feria anual por San Miguel, libertad de usar el Tirón, derecho a instalar puestos permanentes de venta y reparación a lo largo del Camino de Santiago, etc. El texto del fuero es elocuente en la percepción de diversos aspectos importantes de la villa. Por una parte, se manifiesta la existencia de una importante comunidad de pobladores castellanos, francos y judíos, pudiendo éstos elegir libremente juez; por otra parte, se sospecha la importancia del Camino y las obligaciones que la población tenía en su reparación al indicar que "et foro de camino , sicut constitutium habuetis antea de vendere atque reparare", además, la notificación sobre la existencia de diversas iglesias, aunque no se relacionan, al eximirlas del pago de las tercias al obispado de Burgos "et de vestras ecclesias non detis alias tertias ad episcopum...et nostros clericos ad nostrum talentum" permite plantear un amplio desarrollo social y religioso de la villa.
Tras la muerte de Doña Urraca (1126) y con el reinado de Alfonso VII se inició una época de paz y prosperidad en todo el territorio castellano, periodo que se mantendrá durante el reinado de Alfonso VIII, quien acrecentó los privilegios de Belorado, quizá como consecuencia de su residencia durante algún tiempo en la villa. Belorado es cedida por el monarca en 1170 en arras a su esposa, pero de nuevo en 1188 la entregaba en dote a su hija Berenguela ante su posible matrimonio con el infante Conrado, hijo de Federico I de Alemania (Cadiñanos, 1987:149)
Sin embargo, tras la muerte de Alfonso VIII, se originó entre los nobles castellanos un proceso de luchas intensivas para hacerse con la tutoría del infante don Enrique y a su vez por el control político de Castilla. Con la llegada al trono de Fernando III (1217-1252), el nuevo monarca pretende controlar la situación, para lo cual obliga a los Lara a renunciar a las tenencias que venían disfrutando en el reino de Castilla, entre las que se encontraban las fortalezas de Nájera, Cerezo de Río Tirón, Belorado, Villafranca Montes de Oca y Pancorbo. El Conde de Lara se declara en rebeldía, sus huestes entran en el alfoz de Belorado destruyendo por completo la villa y su castillo y sus habitantes son quemados y matados: "...et vivieron a Bilforado, e mataron y omnes e quebrantaron la villa e robaron e levantaron quanto y fallaron, e quisieron quebrantar las eglesias, e vinieron a Santa Maria por quebrantar la eglesia, e cegaron y omnes, e non quisieron yr quebrantar ninguna eglesia de la villa, e fueronse de la villa..." (López Bernal, 1907: 139-140). La villa fue levantada de nuevo en 1.222.
Su desarrollo fue en aumento y a principios del siglo XIII, en el reinado de Alfonso VIII, por privilegio real, pudo el Concejo de La Villa usar sello que legitimara sus documentos. A la mitad del siglo XIII la villa era muy populosa y rica como atesta el elevado número de iglesias. En 1247, además de la de Santa María la Mayor, se mencionan las de San Nicolás, San Pedro, San Miguel, San Martín, San Lorente, Santa Cruz, San Andrés y Santa María de Belén. De esta larga enumeración fueron iglesias parroquiales en la Edad Moderna la de Santa María la Mayor, la de San Pedro y la de San Nicolás. En la actualidad subsisten dos, puesto que la de San Nicolás se cerró al culto hacia 1908 y de ella sólo quedan restos.
De manos del rey Alfonso X "El Sabio"(1252-1284) a los cuatro años de ocupar el trono, Belorado recibirá importantes privilegios de carácter económico y social, que ayudan a su repoblación, destacando especialmente la donación que en 1256 hizo a la villa de gran número de propiedades. El gobierno de la fortaleza a finales del siglo XIII pasará a don Lope Díaz de Haro (Cadiñanos, 1987: 149) En 1256 se inició el trazado de un recinto amurallado, se reestructura la población y es considerado un hito clave en la génesis urbana de Belorado. El Rey ordenó trasladarse junto al Verdeancho, bajo la protección del castillo. De ésta manera se obligó a la aljama judía a concentrarse en el exterior de la cerca, en el barrio de la Cal Nueva (call es un término de origen hebreo que vale por "asamblea", "comunidad") al otro lado del riachuelo.
A partir de entonces, la comunidad judía y la mudéjar habitaron preferentemente en espacios urbanos diferenciados; el barrio de la Call Nueva se situaba a ambos lados del Río Verdeancho, la actual Calle Mayor, hasta la ermita de Nuestra Señora de Belén. Ésta sería la primera vez que las autoridades cristianas de la villa cuidaron de que el hábitat judío permaneciera concentrado, dificultando así el contacto y la contaminación ideológica de los distritos cristianos.
El espacio reservado para el grupo mudéjar se localizaba en el actual barrio del Corro, pegado al lienzo de la cerca que delimitaba la población por el sur, entre la Torre del Homenaje (el castillo) y la puerta de la Caldera, la medieval puerta de Doña Blanca.
El compromiso de reparación de la Torre y de la muralla, hasta el arco de Doña Blanca recayó sobre éstas dos comunidades, la judía y la mudéjar, a cambio gozaron en algunas épocas del privilegio real de no pagar impuestos en las arcas reales.
A comienzos del siglo XIV Belorado experimenta un profundo cambio en su desarrollo urbano. La documentación histórica nos muestra la preocupación que tiene la corona en tiempos de Fernando IV por dicho desarrollo. Es en éstos momentos cuando se ve la construcción de la nueva cerca y la dotación de privilegios y exenciones económicas a la villa que potencian su vitalidad, obligando la reparación del Puente del Canto y el mantenimiento de las murallas y el castillo.
Sin embargo, a éstos periodos de paz le sucederán momentos de incertidumbre y destrucción. Belorado se vió envuelta en las luchas civiles protagonizadas por Enrique II y Pedro I "El Cruel", especialmente en 1360, cuando Pedro atacó Nájera, coronándose rey de Castilla. Belorado se mantuvo fiel a Pedro I, mientras que Enrique II tuvo que refugiarse en Navarra. Seis años después, ras la muerte de Pedro I, en 1366, Enrique II, acompañado por Beltrán Du Guesclin y sus Compañías Blancas, entraron en el pueblo arrasando gran parte de su entorno urbano, debiendo sufir las consecuencias de tales enfrentamientos durante casi veinte años. La villa perdió su carácter de realengo y se castigó especialmente a la judería a quien fue agravando con impuestos y trabajos cada vez más humillantes, provocando con su diáspora la decadencia de Belorado.
Enrique II entregará Belorado, junto con Cerezo de Río Tirón, Haro y Briones, a su hermano Sancho al coronarse en Burgos en 1366. Dicha cesión es parte de la consecuencia general a la que se vió forzado el nuevo rey, como pago de las abundantes mercedes a los que le habían apoyado en su guerra fraticida contra Pedro I. Todas éstas villas seguirán en adelante un proceso histórico paralelo, ya que su hija, doña Leonor, duquesa de Albunquerque, casada con Fernando de Antequera-intitulado como rey Fernando I de Aragón (1412-1416) tras el compromiso de Caspe-, reúne en su señorío un gran número de villas y lugares. El infante don Fernando de Antequera, desde 1402 establece contactos con la corte de Navarra para concertar el matrimonio de su segundo hijo, Juan, con la infanta Isabel. En la dote propuesta se incluía el señorío de Lerma, así como los lugares de Haro, Briones, Cerezo y Belorado, junto con las demás villas y lugares que tanto él como Leonor de Albunquerque poseían en La Rioja (Mitre Fernández, 1968: 211). Sin embargo, el fallecimiento de la infanta doña Isabel de Navarra, aunque anuló completamente todas las negociaciones entre ambos reinos, creará un nuevo precedente en las pretensiones del reino navarro en éstos territorios.
Aún así, Juan de Antequera recibirá en 1418 (septiembre, 10) de su madre, doña Leonor de Albunquerque, el señorío en el que se circunscriben las villas de Haro, Belorado y Cerezo, reclamándo a éstas poblaciones el reconocimiento a su persona como rey y señor. Su matrimonio con la infanta doña Blanca le aupará en la corona de Navarra, y pocos años después, tras la muerte de su hermano Alfonso, rey de Aragón-Alfonso V El Magnánimo 1416-1458-, unificará bajo su corona ambos reinos- Juan de Navarra y II de Aragón, 1425-1479-, (Cadiñanos, 1987: 149). Sin embargo, tales pretensiones por parte del reino de Aragón, serán anuladas radicalmente por Juan II, quien cansado de las intrigas de los Lara, desposeyó a dicho linaje de sus posesiones en Castilla.
A pesar de las pretensiones que el reino de Aragón mantiene sobre dichos territorios, Juan II, otorga la villa de Belorado el ocho de diciembre de 1429 a su Camarero mayor, don Pedro Fernández de Velasco, (Primer Conde de Haro, 1418-1470), por sus buenos y leales servicios, quien se destaca en la defensa de la frontera frente a las pretensiones navarro- aragonesas. El conflicto sobre la posesión de dicho señorío sólo se verá resuelto definitivamente en 1440, cuando Alfonso V de Aragón renunció a sus derechos a favor de don Pedro Fernández de Velasco.
En 1446 se unieron las diversas iglesias de la villa aunque , en el último tercio de éste siglo, desaparecieron varias de ellas: San Martín, sita e la actual calle de Raimundo de Miguel, San Miguel en el camino de Redoña y San Lorenzo ubicada donde, a principios del Siglo XX se levantaba el matadero.
De ésta forma Belorado pasará a formar parte de la Casa Velasco, un extenso señorío que ocupa en los términos más cercanos a ésta población las villas de Briviesca (1366), Medina de Pomar (1369), Belorado (1429), Quintanaloranco (adquirida por compra a los Rojas en 1407), Monasterio de Rodilla (1412), Cerezo de Río Tirón (1444), Frías (1446) y las poblaciones riojanas de Haro y Casalarreina. A éste ingente patrimonio en la Rioja Burgalesa pronto se le añadirán los lugares de Tormantos y de Rojas (1510).
El Conde instituyó mayorazgo en 1458 a favor de su hijo don Luis Fenández de Velasco con la dotación de Belorado, el Valle de San Vicente y otras posesiones. Al morir don Luis en 1496, sin sucesión masculina, se incorporó la villa al mayorazgo principal de la casa de los Velasco, del que era titular don Bernardino Fernández de Velasco, Condestable de Castilla y Duque de Frías. La preocupación de los Velasco por su patrimonio en ésta villa es amplia y queda refrendada en las diversas fundaciones monásticas que protegieron (Convento de San Francisco, Monasterio de Santa Clara, Monasterio de Nuestra Señora de Linares), y en el interés que manifestaron por el estado de ruina de su castillo. Así se desprende de las informaciones que solicitan en 1502 sobre dicha fortaleza, o los informes necesarios sobre las urgentes obras de reparación que precisa el castillo, reclamadas en 1531. A su vez, bajo el amparo de los Duques de Frías, Belorado conocerá un momento de esplendor manifestado en sus casas blasonadas y palacios, y en la dotación de las instituciones religiosas con ricas obras de orfebrería.
Al finalizar el siglo XV se producen diversas circunstancias históricas de primer orden en el proceso histórico de Belorado. La primera de ellas tiene que ver con la expulsión de los judíos de los reinos de Castilla (1492) lo que afectó directamente a ésta villa, por la importancia que la aljama judía mantenía en dicha población, así como en las cercanas de Cerezo y Briviesca. Queda atestiguada fehacientemente la presencia judía en el Barrio del Corro, al pie del castillo (López Bernal, 1907: 129-130)
Con la adscripción de Belorado al señorío de los Velasco se producen nuevos cambios a nivel jurisdiccional en el señorío, que afectan directamente a ésta villa, ya que a finales del siglo XV el condestable Bernardino exime a las villas de Fresneda de la Sierra y Villanueva, de la jurisdicción de Cerezo, para anexarlas a la de Belorado, lo que será ratificado posteriormente por la Chancillería de Valladolid en 1534, a pesar de la oposición directa de la jurisdicción de Santo Domingo de la Calzada.
Sin embargo el crecimiento se frena a finales del siglo XVI, especialmente por la pérdida de la importancia del Camino de Santiago tras la ruptura de la unidad religiosa en Europa. Durante los siglos XVII y XVIII otros factores contribuyen decisivamente a la pérdida de significación histórica de la villa, entre los que se pueden mencionar las epidemias, las crisis monetarias, las malas cosechas, la continua emigración, la creciente presión fiscal, etc. La evolución poblacional de Belorado atestigua dicha pérdida cualitativa, habiendo pasado en 1587 de 700 vecinos a sólo 314 en el año 1628, con una leve recuperación a mediados del siglo XVIII, donde se contabilizan 402 vecinos, incluidos nobles y clero secular, y en 452 son los vecinos que aporta el Diccionario de Madoz a mediados del siglo XIX. El devenir histórico e los siglos XVII y XVIII viene marcado por la atonía generalizada que atraviesa toda la Meseta. La situación de Belorado no es ajena a la crisis en todo el territorio castellano. La administración de la ciudad queda en manos de la alta nobleza, más preocupada por administrar sus propios beneficios que en consolidar los intereses y privilegios de la villa. Las continuas demandas de numerario por parte de la Corona,la mayor incidencia de las epidemias, las crisis económicas motivadas por las malas cosechas y la quiebra de la hacienda municipal dieron lugar a la progresiva decadencia económica.
Esta situación de penuria generalizada fue el causante de una disminución general de la población, como se ha visto anteriormente. Las crisis económicas, y las pestes fueron comunes a todos los pueblos de Castilla. La falta de actividades productivas conllevaron el incremento de la mendicidad y el abandono de la ciudad en busca de otros recursos, agravando la situación la propia emigración de un buen número de habitantes, debido a factores sociales y económicos. Dos factores que marcaron definitivamente éste abandono fueron, por un lado la expulsión de los moriscos, y por otro el traslado de gran parte de la nobleza local a la capital del reino, instalándose en Madrid o en Valladolid, quienes recibían de sus administradores las rentas que obtenían de sus haciendas, dejando mermados los escasos recursos con los que podría contar la población de la ciudad.
Ya iniciado el siglo XVIII la comarca del Tirón comenzó a rehacerse de las crisis económicas anteriores. Las actividades en las que se desenvuelve la población de Belorado en éste siglo están ligadas fundamentalmente a los aprovechamientos agrícolas y forestales. Aunque existían algunos establecimientos textiles de menor cualificación, especialmente de lino y cáñamo, su estancamiento industrial se debe principalmente a la excesiva regulación por parte del Duque de Frías, señor de Belorado. Éstos talleres de paños remontan sus orígenes a la Baja Edad Media y representan la actividad económica de un buen número de familias.
Así el Catastro de la Ensenada (1752) presenta una actividad industrial bastante escasa, en la que se dice que hay diez molinos harineros " que están y muelen con agua que saca por un cauce del río Tirón", y dos batanes en el mismo cauce, reflejo de una artesanía textil en la que se ocupan varios vecinos. Por otra parte, la actividad comercial es también bastante escasa, en la que únicamente se identifican una taberna, dos mesones, dos posadas, una tienda de abacería para vender pescado y aceite, y una carnicería. La existencia de dos mesones y dos posadas nos manifiesta la situación estratégica de la villa tanto como centro comarcal, como por ser una importante localidad en las ruta de Burgos a La Rioja.
Iniciado el siglo XIX, Belorado se verá inmersa también en el conflicto bélico de la Independencia, aunque el grado de participación en la misma parece que fue escaso, ya que la situación estratégica de poblaciones como Pancorbo, Briviesca, Burgos y Logroño, como sedes de acantonamiento de los ejércitos napoleónicos, hicieron de la villa beliforana un punto de atención secundario. Además, la manifiesta actitud pro-francesa del Duque de Frías, quien llegó a firmar la Constitución de Bayona, hizo que sus posesiones fuesen en muchos casos respetadas. Aún así, parece ser que se ocuparon algunas de las principales casas y conventos de la ciudad, y de la misma manera se comprenden las escasas actuaciones de los guerrilleros españoles, quienes, al mando de Francisco de Longa, atacaron la villa y la comarca de Belorado con el único fin de reanudar escasos botines monetarios o de abastecimiento para sus tropas.
Por su parte, Madoz nos presenta a mediados del siglo XIX, un pueblo eminentemente agrícola, con alguna actividad industrial menor: "una fábrica de paños, 13 molinos harineros, una tenería, varios talleres de sayal, algunos tejedores de lienzo, tres hornos de alfarería al pie del castillo y bastantes de pan" tejido de lino y cáñamo, a la vez que se menciona una parada de postas por estar ubicada dicha villa en el camino de Madrid a Francia.
La despoblación de toda la cuenca del Oca- Tirón durante los años 60-70 del siglo XIX nos manifiestan una realidad en proceso de profundo declive, con el consiguiente abandono de los pueblos a favor de la reactivación únicamente de sus enclaves principales, especialmente Briviesca, Belorado y Pradoluengo.