Cid
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- | El [[25 de mayo]] de [[1085]] [[Alfonso VI de León y Castilla|Alfonso VI]] conquista la [[taifa de Toledo]] y en [[1086]] inicia el asedio a [[Zaragoza]], ya con [[Al-Musta'in II]] en el trono de esta taifa, quien también tuvo a Rodrigo a su servicio. Pero a comienzos de agosto de ese año un ejército [[Imperio almorávide|almorávide]] avanzó hacia el interior del [[reino de León]], adonde Alfonso se vio obligado a interceptarlo, con resultado de derrota cristiana en la [[batalla de Sagrajas]]. Es posible que durante el cerco a Zaragoza Alfonso se reconciliara con El Cid. En cualquier caso, tras la derrota del rey Alfonso es patente que Rodrigo había sido rehabilitado, puesto que al de Vivar se le encargó la defensa de la zona levantina y se le concedieron varios dominios en tenencia en Castilla: [[Alfoz de Iguña|Iguña]] ([[comarca del Besaya]]), [[Alfoz de Ibia|Ibia]], [[Los Ordejones]], [[Dueñas]], [[Langa de Duero]] y [[Briviesca]]. La llegada de los almorávides, que observaban más estrictamente el cumplimiento de la [[Sharia|ley islámica]], hacía difícil para el rey taifa de Zaragoza mantener a un jefe del ejército y mesnada cristianos. Por otro lado, Alfonso VI pudo condonar la pena a Rodrigo ante la necesidad que tenía de valiosos caudillos con que enfrentar el nuevo poder de origen norteafricano.Rodrigo acompaña a la corte del rey de León y Castilla en la primera mitad de [[1087]], y en verano se dirigió hacia Zaragoza, donde se reunió de nuevo con Al-Musta'in II y, juntos, tomaron la ruta de [[Valencia]] para socorrer al rey-títere [[Al-Qadir]] del acoso de [[Al-Mundir Imad al-Dawla|Al-Mundir]] (rey de [[Taifa de Lérida|Lérida]] entre [[1082]] y [[1090]]), que se había aliado con [[Berenguer Ramón II]] de [[Condado de Barcelona|Barcelona]] para conquistar la rica [[Taifa de Valencia|taifa valenciana]], en esta época un protectorado de Alfonso VI. El Cid logró repeler la incursión de [[Al-Mundir de Lérida]], pero poco después, el rey de la taifa leridana tomaba la importante plaza fortificada de [[Murviedro]] (actual [[Sagunto]]), acosando otra vez peligrosamente a Valencia. Ante esta difícil situación, Rodrigo Díaz marchó a Castilla al encuentro de su rey para solicitar refuerzos y planear la estrategia defensiva en un futuro. Fruto de estos planes y acciones sería la posterior intervención cidiana en el Levante, que traería como resultado una sucesión encadenada de acciones bélicas que le llevarían a acabar por rendir la [[Valencia|capital del Turia]]. Reforzada la mesnada del Cid, se encaminó a Murviedro con el fin de expugnar al rey [[Banu-Hud|hudí]] de Lérida. | + | El [[25 de mayo]] de [[1085]] [[Alfonso VI de León y Castilla|Alfonso VI]] conquista la [[taifa de Toledo]] y en [[1086]] inicia el asedio a [[Zaragoza]], ya con [[Al-Musta'in II]] en el trono de esta taifa, quien también tuvo a Rodrigo a su servicio. Pero a comienzos de agosto de ese año un ejército [[Imperio almorávide|almorávide]] avanzó hacia el interior del [[reino de León]], adonde Alfonso se vio obligado a interceptarlo, con resultado de derrota cristiana en la [[batalla de Sagrajas]]. Es posible que durante el cerco a Zaragoza Alfonso se reconciliara con El Cid. En cualquier caso, tras la derrota del rey Alfonso es patente que Rodrigo había sido rehabilitado, puesto que al de Vivar se le encargó la defensa de la zona levantina y se le concedieron varios dominios en tenencia en Castilla: [[Alfoz de Iguña|Iguña]] ([[comarca del Besaya]]), [[Alfoz de Ibia|Ibia]], [[Los Ordejones]], [[Dueñas]], [[Langa de Duero]] y [[Briviesca]]. La llegada de los almorávides, que observaban más estrictamente el cumplimiento de la [[Sharia|ley islámica]], hacía difícil para el rey taifa de Zaragoza mantener a un jefe del ejército y mesnada cristianos. Por otro lado, Alfonso VI pudo condonar la pena a Rodrigo ante la necesidad que tenía de valiosos caudillos con que enfrentar el nuevo poder de origen norteafricano. |
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=== Segundo destierro: su intervención en Levante === | === Segundo destierro: su intervención en Levante === | ||
Al llegar el Cid a Murviedro, Valencia estaba siendo sitiada por [[Berenguer Ramón II]]. Rodrigo, ante la fortaleza de esta alianza, procuró un acuerdo con Al-Mundir de Lérida y pactó con el conde de Barcelona el levantamiento del asedio, que este hizo efectivo. Posteriormente, El Cid comenzó a cobrar las parias que anteriormente Valencia pagaba a Barcelona o al rey Alfonso VI, posiblemente de acuerdo con el rey castellano-leonés. Sin embargo, en [[1088]], se produciría un nuevo desencuentro entre el caudillo castellano y su rey. Alfonso VI había conquistado [[Aledo]] ([[provincia de Murcia]]), desde donde ponía en peligro las taifas de [[Taifa de Murcia|Murcia]], [[Taifa de Granada|Granada]] y [[Taifa de Sevilla|Sevilla]], con continuas algaradas de saqueo. Entonces las taifas [[andalusí]]es solicitaron de nuevo la intervención del emperador almorávide, [[Yusuf ibn Tashufin]], que sitió Aledo el verano de [[1088]]. Alfonso acudió al rescate de la fortaleza y ordenó a Rodrigo que marchara a su encuentro para sumar sus fuerzas, pero el Campeador, que se dirigió hacia Murcia, no acabó por reunirse con su rey, sin que se pueda discernir si la causa fue un problema logístico o la decisión del Cid de evitar el encuentro. En todo caso, Alfonso VI volvió a castigar al Cid con un nuevo destierro acusándole de traición.[[Archivo:Castillo03 Sagunto.JPG|thumb|350px|Castillo de [[Murviedro]] (hoy [[Sagunto]]).]]En [[1089]] el Cid recala en [[Calamocha]]. A partir de este momento, planteó su intervención en Levante como una actividad personal y no como una misión por cuenta del rey. En [[1090]] saqueó la [[taifa de Denia]] y después se acercó a [[Murviedro]], lo que provocó que [[Al-Qádir]] de [[taifa de Valencia|Valencia]] pasara a pagarle tributos para asegurarse su amistad. El rey de [[Taifa de Lérida|Lérida]], que veía amenazados sus dominios sobre Tortosa y Denia, se alió con [[Berenguer Ramón II]], quien atacó al Cid, pero el castellano [[Batalla de Tévar|derrotó en Tévar]] —posiblemente un pinar situado en el actual [[puerto de Torre Miró]], entre [[Monroyo]] y [[Morella]]— al conde de Barcelona en [[1090]]. Berenguer Ramón II, tras este suceso, se comprometió a abandonar sus intereses en el Levante. Como consecuencia de estas victorias el Cid se convirtió en la figura más poderosa del oriente de la Península, estableciendo un protectorado sobre Levante que tenía como tributarios a [[Taifa de Valencia|Valencia]], [[Taifa de Lérida|Lérida]], [[Taifa de Tortosa|Tortosa]], [[Taifa de Denia|Denia]], [[Taifa de Albarracín|Albarracín]], [[Taifa de Alpuente|Alpuente]], [[Sagunto]], [[Jérica]], [[Segorbe]] y [[Almenara (Castellón)|Almenara]].<ref>Pierre Guichard (2001), [http://books.google.es/books?id=0vrzEdzdOMUC&lpg=PP1&pg=PA67#v=onepage&q&f=false pág. 67.]</ref>En [[1092]] reconstruyó como base de operaciones la fortaleza de [[Peña Cadiella]] (actualmente [[La Carbonera]], [[sierra de Benicadell]]), pero Alfonso VI había perdido su influencia en Valencia, sustituida por el protectorado del Cid. Para recuperar su dominio de esa zona se alió con [[Sancho Ramírez]] de [[Reino de Aragón|Aragón]] y Berenguer Ramón II, y consiguió el apoyo naval de Pisa y Génova. El rey de Aragón, el conde de Barcelona y la flota pisana y genovesa atacaron la [[Taifa de Tortosa]], que había sido sometida por el Cid al pago de parias y en verano de 1092 la coalición hostigó Valencia. Alfonso VI, por su parte, había acudido antes por tierra a Valencia para acaudillar la alianza múltiple contra el Cid, pero la armada pisano-genovesa no llegó a tiempo y el rey castellano, al no poder sostener a su ejército sitiador por más tiempo, hubo de abandonar las tierras valencianas.Rodrigo, que estaba en Zaragoza (la única taifa que no le tributaba parias) recabando el apoyo de [[Al-Musta'in II]], tomó represalias contra el territorio castellano mediante una enérgica campaña de saqueo en [[La Rioja]]. Tras estos acontecimientos, ninguna fuerza cristiana se pudo oponer al Cid, y solo el potente [[Imperio almorávide]], entonces en la cima de su poderío militar, podía hacerle frente. La amenaza almorávide fue la causa que definitivamente llevó al Cid a dar un paso más en sus ambiciones en Levante y, superando la idea de crear un protectorado sobre las distintas fortalezas de la región, sostenido con el cobro de las parias de las taifas vecinas ([[Taifa de Tortosa|Tortosa]], [[Taifa de Alpuente|Alpuente]], [[Taifa de Albarracín|Albarracín]], y otras ciudades fortificadas levantinas) decidió conquistar la ciudad de Valencia para establecer un señorío hereditario, estatus extraordinario para un señor de la guerra independiente en cuanto que no estaba sometido a ningún rey cristiano. | Al llegar el Cid a Murviedro, Valencia estaba siendo sitiada por [[Berenguer Ramón II]]. Rodrigo, ante la fortaleza de esta alianza, procuró un acuerdo con Al-Mundir de Lérida y pactó con el conde de Barcelona el levantamiento del asedio, que este hizo efectivo. Posteriormente, El Cid comenzó a cobrar las parias que anteriormente Valencia pagaba a Barcelona o al rey Alfonso VI, posiblemente de acuerdo con el rey castellano-leonés. Sin embargo, en [[1088]], se produciría un nuevo desencuentro entre el caudillo castellano y su rey. Alfonso VI había conquistado [[Aledo]] ([[provincia de Murcia]]), desde donde ponía en peligro las taifas de [[Taifa de Murcia|Murcia]], [[Taifa de Granada|Granada]] y [[Taifa de Sevilla|Sevilla]], con continuas algaradas de saqueo. Entonces las taifas [[andalusí]]es solicitaron de nuevo la intervención del emperador almorávide, [[Yusuf ibn Tashufin]], que sitió Aledo el verano de [[1088]]. Alfonso acudió al rescate de la fortaleza y ordenó a Rodrigo que marchara a su encuentro para sumar sus fuerzas, pero el Campeador, que se dirigió hacia Murcia, no acabó por reunirse con su rey, sin que se pueda discernir si la causa fue un problema logístico o la decisión del Cid de evitar el encuentro. En todo caso, Alfonso VI volvió a castigar al Cid con un nuevo destierro acusándole de traición.[[Archivo:Castillo03 Sagunto.JPG|thumb|350px|Castillo de [[Murviedro]] (hoy [[Sagunto]]).]]En [[1089]] el Cid recala en [[Calamocha]]. A partir de este momento, planteó su intervención en Levante como una actividad personal y no como una misión por cuenta del rey. En [[1090]] saqueó la [[taifa de Denia]] y después se acercó a [[Murviedro]], lo que provocó que [[Al-Qádir]] de [[taifa de Valencia|Valencia]] pasara a pagarle tributos para asegurarse su amistad. El rey de [[Taifa de Lérida|Lérida]], que veía amenazados sus dominios sobre Tortosa y Denia, se alió con [[Berenguer Ramón II]], quien atacó al Cid, pero el castellano [[Batalla de Tévar|derrotó en Tévar]] —posiblemente un pinar situado en el actual [[puerto de Torre Miró]], entre [[Monroyo]] y [[Morella]]— al conde de Barcelona en [[1090]]. Berenguer Ramón II, tras este suceso, se comprometió a abandonar sus intereses en el Levante. Como consecuencia de estas victorias el Cid se convirtió en la figura más poderosa del oriente de la Península, estableciendo un protectorado sobre Levante que tenía como tributarios a [[Taifa de Valencia|Valencia]], [[Taifa de Lérida|Lérida]], [[Taifa de Tortosa|Tortosa]], [[Taifa de Denia|Denia]], [[Taifa de Albarracín|Albarracín]], [[Taifa de Alpuente|Alpuente]], [[Sagunto]], [[Jérica]], [[Segorbe]] y [[Almenara (Castellón)|Almenara]].<ref>Pierre Guichard (2001), [http://books.google.es/books?id=0vrzEdzdOMUC&lpg=PP1&pg=PA67#v=onepage&q&f=false pág. 67.]</ref>En [[1092]] reconstruyó como base de operaciones la fortaleza de [[Peña Cadiella]] (actualmente [[La Carbonera]], [[sierra de Benicadell]]), pero Alfonso VI había perdido su influencia en Valencia, sustituida por el protectorado del Cid. Para recuperar su dominio de esa zona se alió con [[Sancho Ramírez]] de [[Reino de Aragón|Aragón]] y Berenguer Ramón II, y consiguió el apoyo naval de Pisa y Génova. El rey de Aragón, el conde de Barcelona y la flota pisana y genovesa atacaron la [[Taifa de Tortosa]], que había sido sometida por el Cid al pago de parias y en verano de 1092 la coalición hostigó Valencia. Alfonso VI, por su parte, había acudido antes por tierra a Valencia para acaudillar la alianza múltiple contra el Cid, pero la armada pisano-genovesa no llegó a tiempo y el rey castellano, al no poder sostener a su ejército sitiador por más tiempo, hubo de abandonar las tierras valencianas.Rodrigo, que estaba en Zaragoza (la única taifa que no le tributaba parias) recabando el apoyo de [[Al-Musta'in II]], tomó represalias contra el territorio castellano mediante una enérgica campaña de saqueo en [[La Rioja]]. Tras estos acontecimientos, ninguna fuerza cristiana se pudo oponer al Cid, y solo el potente [[Imperio almorávide]], entonces en la cima de su poderío militar, podía hacerle frente. La amenaza almorávide fue la causa que definitivamente llevó al Cid a dar un paso más en sus ambiciones en Levante y, superando la idea de crear un protectorado sobre las distintas fortalezas de la región, sostenido con el cobro de las parias de las taifas vecinas ([[Taifa de Tortosa|Tortosa]], [[Taifa de Alpuente|Alpuente]], [[Taifa de Albarracín|Albarracín]], y otras ciudades fortificadas levantinas) decidió conquistar la ciudad de Valencia para establecer un señorío hereditario, estatus extraordinario para un señor de la guerra independiente en cuanto que no estaba sometido a ningún rey cristiano. |
Revisión de 15:37 24 mar 2011
Rodrigo Díaz (¿Vivar del Cid, provincia de Burgos?, c. 1041-1054 – Valencia, 1099) fue un caballero castellano que llegó a dominar al frente de su propia mesnada el Levante de la Península Ibérica a finales del siglo XI de forma autónoma respecto de la autoridad de rey alguno. Consiguió conquistar Valencia y estableció en esta ciudad un señorío independiente desde el 17 de junio de 1094 hasta su muerte.
Se trata de una figura histórica y legendaria de la Reconquista, cuya vida inspiró el más importante cantar de gesta de la literatura española, el Cantar de mio Cid. Ha pasado a la posteridad como El Campeador o El Cid (del árabe dialectal سيد sīdi, 'señor'). Por el apelativo «Campeador» fue conocido en vida, pues se atestigua en documentos desde 1098; el sobrenombre de «Cid», aunque se conjetura que pudieron usarlo sus coetáneos zaragozanos o valencianos, aparece por vez primera en el Poema de Almería, compuesto entre 1147 y 1149.
Contenido |
Biografía
Nacimiento y genealogía
Rodrigo Díaz nació a mediados del siglo XI; según distintas propuestas, entre 1041 y 1054, aunque actualmente cuenta con más partidarios una fecha que estaría situada entre 1045 y 1050. Su lugar de nacimiento está firmemente señalado por la tradición en Vivar del Cid, a 10 km de Burgos, aunque se carece de fuentes contemporáneas a Rodrigo que lo corroboren, y la asociación de Vivar con el Cid se documenta por vez primera en el Cantar de mio Cid.
Era hijo de Diego Laínez, infanzón «capitán de frontera» en las luchas entre navarros y castellanos en la línea de Ubierna (Atapuerca), o de Diego Flaínez, en cuyo caso se trataría de un descendiente de una ilustre familia leonesa, los Flaínez. De su madre se conoce el apellido, Rodríguez (más inseguro es su nombre, que podría ser María, Sancha o Teresa), hija de Rodrigo Álvarez de Asturias, de una de las familias nobles del condado de Castilla.
Según la Historia Roderici, su abuelo por vía paterna era Laín Núñez, quien aparece como testigo en documentos expedidos por el rey Fernando I de León y Castilla, a su vez descendiente de Laín Calvo, uno de los míticos Jueces de Castilla. Sin embargo, la genealogía de la Historia Roderici parece encaminada a buscarle parentesco con los legendarios Jueces castellanos. Según Margarita Torre y Alberto Montaner Frutos, su abuelo sería Flaín Muñoz, un conde de León que vivió en torno al año 1000.
Francisco Javier Peña Pérez resume el estado de la cuestión en una monografía de 2009. Todas las interpretaciones parten de la genealogía de la Historia Roderici, y el propio autor de la biografía latina da su linaje con poca convicción utilizando la expresión «El origen de Rodrigo parece ser (esse videtur)...». Además los ancestros paternos que allí aparecen no están documentados en diplomas de la época, excepto su padre, Diego Laínez, de forma esporádica. Menéndez Pidal, en su monumental La España del Cid (1929), en una línea de pensamiento neotradicionalista que se basa en la veracidad intrínseca de la literatura folclórica de cantares de gesta y romances, buscó a un Cid castellano y de humildes orígenes dentro de los infanzones, lo que cuadraba con su pensamiento de que el Cantar de mio Cid contenía una esencial historicidad. El poeta del Cantar diseña a su héroe como un castellano de baja hidalguía que asciende en la escala social hasta emparentar con monarquías, en oposición constante a los arraigados intereses de la nobleza terrateniente de León. Esta tesis tradicionalista es seguida también por Gonzalo Martínez Diez, quien ve en el padre del Cid a un «capitán de frontera» de poco relieve cuando señala «La ausencia total de Diego Laínez en todos los documentos otorgados por el rey Fernando I nos confirma que el infanzón de Vivar no figuró en ningún momento entre los primeros magnates del reino». Sin embargo, esta visión se conjuga mal con la calificación de la Historia Roderici, que habla de Rodrigo Díaz como «varón ilustrísimo», es decir, perteneciente a la aristocracia; en el mismo sentido se pronuncia el Carmen Campidoctoris, que lo hace «Nobiliori de genere ortus» (Descendiente del más noble linaje).<ref>Carmen Campidoctoris, v. 21, en Montaner y Escobar (2000), pág. 200.</ref> Por otro lado, recientes estudios han desvelado que el patrimonio que Rodrigo heredó de su padre era extenso, e incluía propiedades en numerosas localidades de la comarca, lo que solo era dado a un miembro de la alta nobleza. El apellido materno, asimismo, era de antiguo abolengo. Dado este panorama, Peña Pérez (2009) concluye:
(...) nada nos impide pensar (...) que la genealogía de Rodrigo no sea más que un artificio literario, utilizado por sus primeros cronistas, vinculados a la corte navarra, para dar brillo genealógico al que, desde mediados del siglo XII, se estaba conformando como un icono legitimador de la dinastía de Sancho Ramírez el Restaurador (...) las recientes investigaciones sobre el patrimonio material de Rodrigo y el ascendiente familiar de su madre permiten concluir que en ningún modo estamos autorizados a calificar socialmente a Rodrigo como un mero infanzón; más bien al contrario, todo apunta hacia la necesidad de proceder a una recalificación de su perfil nobiliario, en cuyas filas más encumbradas se instalaría desde niño gracias a la herencia de su padre y al apellido de su madre.|Francisco Javier Peña Pérez (2009), pág. 39.
En 1058, siendo muy joven, entró en el servicio de la corte del rey Fernando I de León, como doncel o paje del príncipe Sancho, formando parte de su séquito. Este temprano ingreso en la cancillería real de Fernando I es otro indicio que lleva a pensar que no era el muchacho Rodrigo Díaz un humilde infanzón, aunque su estatus en la alta nobleza lo debió tener «en calidad de recién llegado», y no como perteneciente a una raigambre de larga prosapia. En definitiva, el mito del infanzón humilde del Cid parece más bien un intento de acomodar el carácter del personaje legendario del Cantar de mio Cid al Rodrigo Díaz histórico para aumentar la heroicidad del protagonista, caracterizado como un castellano viejo pero de condición baja, y por tanto, en la necesidad original de Menéndez Pidal de no vincular en modo alguno a Rodrigo Díaz con una familia de alto linaje, como lo podía ser la figura mitificada de Laín Calvo.
Juventud. Al servicio de Sancho II de Castilla

Rodrigo Díaz, muy joven, sirvió al infante Sancho, futuro Sancho II de Castilla. En su séquito fue instruido tanto en el manejo de las armas como en sus primeras letras, pues está documentado que sabía leer y escribir. Existe un diploma de dotación a la Catedral de Valencia de 1098 que Rodrigo suscribe con la fórmula autógrafa «Ego Ruderico, simul cum coniuge mea, afirmo oc quod superius scriptum est» (Yo Rodrigo, junto con mi esposa, suscribo lo que está arriba escrito). Tuvo, asimismo, conocimientos legales, pues intervino en dos ocasiones a instancias regias para dirimir contenciosos jurídicos, aunque quizá en el ambiente de la corte un noble de la posición de Rodrigo Díaz pudiera estar oralmente familiarizado con las disputas legales lo suficiente como para ser convocado en este tipo de procesos.
Fue investido caballero, con toda probabilidad por Sancho II, a mediados de la década de 1060; según Martínez Diez en 1066 o 1067, antes de la Guerra de los tres Sanchos. Desde el acceso al trono de Castilla de Sancho II los últimos días del año 1065 hasta la muerte de Sancho en 1072, el Cid gozó del favor del rey, como magnate de su séquito, en calidad de armiger regis, cuya función en el siglo XI era similar a la de un escudero, y sus atribuciones no eran todavía las del alférez real descrito en Las Partidas en el siglo XIII. El cargo de alférez a lo largo del siglo XII iría asumiendo la responsabilidad de portar la enseña real a caballo y ser jefe de la mesnada del rey. Durante el reinado de Sancho II de Castilla, esta alferecía del armiger era encomendada a caballeros jóvenes que se iniciaban en las funciones palatinas.
Acompañó a Sancho en la guerra que este sostuvo contra su hermano Alfonso VI, rey de León, y con su hermano García, rey de Galicia. Los tres hermanos se disputaban la primacía sobre el reino dividido tras la muerte del padre y luchaban por reunificarlo. Rodrigo comenzó a desempeñar un papel notable como caballero guerrero, sobre todo en las victorias castellanas de Llantada (1068) y Golpejera (1072). Tras esta última, Alfonso VI fue capturado y Sancho se adueñó de León y, a continuación, de Galicia, convirtiéndose en Sancho II de León. Es en estas batallas cuando, posiblemente, ganara el sobrenombre de «campeador», es decir, batallador en lides campales.
Parte de la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora, bajo el amparo de la infanta doña Urraca, hermana de los anteriores. Sancho II, con la ayuda de Rodrigo Díaz, sitió la ciudad, pero murió asesinado —según cuenta una extendida tradición— por el noble zamorano Bellido Dolfos, si bien la Historia Roderici no recoge que la muerte fuera por traición. El episodio del Cerco de Zamora es uno de los pasajes que más recreaciones ha sufrido por parte de cantares de gesta, crónicas y romances, por lo que la información histórica acerca de este episodio es muy difícil de separar de la legendaria.
Caballero de confianza de Alfonso VI
Alfonso VI recuperó el trono de León y sucedió a su hermano en el de Castilla, anexionándolo junto a Galicia y volviendo a conseguir la unión del reino legionense que había desgajado su padre Fernando a su muerte. El conocido episodio de la Jura de Santa Gadea es una invención, según Martínez Diez «carente de cualquier base histórica o documental». La primera aparición de este pasaje literario data de 1236.
Las relaciones entre Alfonso y Rodrigo Díaz fueron en esta época excelentes; aunque con el nuevo rey no desempeñó la función de armiger regis y fue sustituido por el conde de Nájera García Ordóñez, lo nombró juez o procurador en varios pleitos y le proporcionó un honroso matrimonio con Jimena Díaz (julio de 1074), noble asturiana bisnieta de Alfonso V de León, con quien tuvo tres hijos: Diego, María (casada en segundas nupcias con el conde de Barcelona Ramón Berenguer III) y Cristina (casada también por segunda vez con el infante Ramiro Sánchez de Pamplona). Este enlace con la alta nobleza leonesa confirma que entre Rodrigo y el rey Alfonso hubo en este periodo buena sintonía.
Muestra de la confianza que depositaba Alfonso VI en Rodrigo es que en 1079 el Campeador fue comisionado por el rey para cobrar las parias al rey Almutamid de Sevilla. Pero durante el desempeño de esta misión, el importante noble castellano García Ordóñez formaba parte del ejército que el rey Abdalá de Granada envió contra el rey de Sevilla, que gozaba de la protección de Alfonso VI, precisamente a cambio de las parias que el Cid estaba cobrando. Lógicamente, el Campeador ayudó con su contingente a defenderse al rey sevillano, que interceptó y venció a Abdalá en la batalla de Cabra, en la que García Ordóñez fue hecho prisionero. La recreación literaria ha querido ver en este episodio una de las causas de la enemiga de Alfonso VI hacia Rodrigo, instigada por la nobleza afín a García Ordóñez, aunque la protección brindada al rico rey de Sevilla, que enriquecía con sus impuestos a Alfonso VI, solo beneficiaba los intereses del rey de León. Los desencuentros con Alfonso fueron causados por un exceso (aunque no era raro en la época) de Rodrigo Díaz tras repeler una incursión de tropas andalusíes en Soria en 1080, que le llevó, en su persecución, a adentrarse en el reino de Taifa toledano y saquear su zona oriental, que estaba bajo el amparo del rey Alfonso VI.
Primer destierro: al servicio de la Taifa de Zaragoza
Sin descartar del todo la posible influencia de cortesanos opuestos a Rodrigo Díaz en la decisión, una incursión del castellano contra el territorio de Al-Qádir, el régulo títere de Toledo protegido de Alfonso, ocasionó que le fuera aplicada la figura jurídica de la «ira regia», que conllevaba el destierro y la ruptura de la relación de vasallaje.
A finales de 1080 o principios de 1081, Díaz de Vivar tuvo que marchar en busca de magnate al que prestar su experiencia militar. Es muy posible que inicialmente buscara el amparo de los hermanos Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, condes de Barcelona, pero rechazaron su patrocinio. El Campeador, entonces, ofreció sus servicios a reyes de taifas, lo que no era infrecuente, pues el propio Alfonso VI había sido acogido por Al-Mamún de Toledo en 1072 durante su ostracismo.Junto con sus vasallos o «mesnada» se estableció desde 1081 hasta 1085 como guerrero al amparo del rey de Zaragoza, Al-Muqtadir, que ese mismo año enfermó gravemente y fue sucedido por Al-Mutamán. Este encomendó al Cid en 1082 una ofensiva contra su hermano el gobernador de Lérida Mundir, el cual, aliado con el conde Berenguer Ramón II de Barcelona y el rey de Aragón Sancho Ramírez, no acató el poder de Zaragoza a la muerte del padre de ambos Al-Muqtadir, desatándose las hostilidades fratricidas entre los dos reyes hudíes del Valle del Ebro.
La mesnada del Cid reforzó las plazas fuertes de Monzón y Tamarite y derrotó a la coalición, ya con el apoyo del grueso del ejército taifal de Zaragoza, en la batalla de Almenar, donde fue hecho prisionero el conde Ramón Berenguer II. Pudo originar el apoteósico recibimiento de los musulmanes de Zaragoza al Cid al grito de «sīdī» ('mi señor' en árabe andalusí, a su vez proveniente del árabe clásico sayyid), el apelativo romanceado de «mio Çid».
En 1084 el Cid desempeñaba una misión en el sureste de la taifa zaragozana, atacando Morella. Al-Mundir, señor de Lérida, Tortosa y Denia, vio en peligro sus tierras y recurrió de nuevo a Sancho Ramírez, que le atacó el 14 de agosto de 1084 en la batalla de Morella, también llamada de Olocau. De nuevo el castellano se alzó con la victoria, reteniendo a dieciséis nobles aragoneses, que al fin liberó, seguramente tras cobrar su rescate.
Reconciliación con el rey

El 25 de mayo de 1085 Alfonso VI conquista la taifa de Toledo y en 1086 inicia el asedio a Zaragoza, ya con Al-Musta'in II en el trono de esta taifa, quien también tuvo a Rodrigo a su servicio. Pero a comienzos de agosto de ese año un ejército almorávide avanzó hacia el interior del reino de León, adonde Alfonso se vio obligado a interceptarlo, con resultado de derrota cristiana en la batalla de Sagrajas. Es posible que durante el cerco a Zaragoza Alfonso se reconciliara con El Cid. En cualquier caso, tras la derrota del rey Alfonso es patente que Rodrigo había sido rehabilitado, puesto que al de Vivar se le encargó la defensa de la zona levantina y se le concedieron varios dominios en tenencia en Castilla: Iguña (comarca del Besaya), Ibia, Los Ordejones, Dueñas, Langa de Duero y Briviesca. La llegada de los almorávides, que observaban más estrictamente el cumplimiento de la ley islámica, hacía difícil para el rey taifa de Zaragoza mantener a un jefe del ejército y mesnada cristianos. Por otro lado, Alfonso VI pudo condonar la pena a Rodrigo ante la necesidad que tenía de valiosos caudillos con que enfrentar el nuevo poder de origen norteafricano.
Rodrigo acompaña a la corte del rey de León y Castilla en la primera mitad de 1087, y en verano se dirigió hacia Zaragoza, donde se reunió de nuevo con Al-Musta'in II y, juntos, tomaron la ruta de Valencia para socorrer al rey-títere Al-Qadir del acoso de Al-Mundir (rey de Lérida entre 1082 y 1090), que se había aliado con Berenguer Ramón II de Barcelona para conquistar la rica taifa valenciana, en esta época un protectorado de Alfonso VI. El Cid logró repeler la incursión de Al-Mundir de Lérida, pero poco después, el rey de la taifa leridana tomaba la importante plaza fortificada de Murviedro (actual Sagunto), acosando otra vez peligrosamente a Valencia. Ante esta difícil situación, Rodrigo Díaz marchó a Castilla al encuentro de su rey para solicitar refuerzos y planear la estrategia defensiva en un futuro. Fruto de estos planes y acciones sería la posterior intervención cidiana en el Levante, que traería como resultado una sucesión encadenada de acciones bélicas que le llevarían a acabar por rendir la capital del Turia. Reforzada la mesnada del Cid, se encaminó a Murviedro con el fin de expugnar al rey hudí de Lérida.
Segundo destierro: su intervención en Levante
Al llegar el Cid a Murviedro, Valencia estaba siendo sitiada por Berenguer Ramón II. Rodrigo, ante la fortaleza de esta alianza, procuró un acuerdo con Al-Mundir de Lérida y pactó con el conde de Barcelona el levantamiento del asedio, que este hizo efectivo. Posteriormente, El Cid comenzó a cobrar las parias que anteriormente Valencia pagaba a Barcelona o al rey Alfonso VI, posiblemente de acuerdo con el rey castellano-leonés. Sin embargo, en 1088, se produciría un nuevo desencuentro entre el caudillo castellano y su rey. Alfonso VI había conquistado Aledo (provincia de Murcia), desde donde ponía en peligro las taifas de Murcia, Granada y Sevilla, con continuas algaradas de saqueo. Entonces las taifas andalusíes solicitaron de nuevo la intervención del emperador almorávide, Yusuf ibn Tashufin, que sitió Aledo el verano de 1088. Alfonso acudió al rescate de la fortaleza y ordenó a Rodrigo que marchara a su encuentro para sumar sus fuerzas, pero el Campeador, que se dirigió hacia Murcia, no acabó por reunirse con su rey, sin que se pueda discernir si la causa fue un problema logístico o la decisión del Cid de evitar el encuentro. En todo caso, Alfonso VI volvió a castigar al Cid con un nuevo destierro acusándole de traición.En 1089 el Cid recala en Calamocha. A partir de este momento, planteó su intervención en Levante como una actividad personal y no como una misión por cuenta del rey. En 1090 saqueó la taifa de Denia y después se acercó a Murviedro, lo que provocó que Al-Qádir de Valencia pasara a pagarle tributos para asegurarse su amistad. El rey de Lérida, que veía amenazados sus dominios sobre Tortosa y Denia, se alió con Berenguer Ramón II, quien atacó al Cid, pero el castellano derrotó en Tévar —posiblemente un pinar situado en el actual puerto de Torre Miró, entre Monroyo y Morella— al conde de Barcelona en 1090. Berenguer Ramón II, tras este suceso, se comprometió a abandonar sus intereses en el Levante. Como consecuencia de estas victorias el Cid se convirtió en la figura más poderosa del oriente de la Península, estableciendo un protectorado sobre Levante que tenía como tributarios a Valencia, Lérida, Tortosa, Denia, Albarracín, Alpuente, Sagunto, Jérica, Segorbe y Almenara.<ref>Pierre Guichard (2001), pág. 67.</ref>En 1092 reconstruyó como base de operaciones la fortaleza de Peña Cadiella (actualmente La Carbonera, sierra de Benicadell), pero Alfonso VI había perdido su influencia en Valencia, sustituida por el protectorado del Cid. Para recuperar su dominio de esa zona se alió con Sancho Ramírez de Aragón y Berenguer Ramón II, y consiguió el apoyo naval de Pisa y Génova. El rey de Aragón, el conde de Barcelona y la flota pisana y genovesa atacaron la Taifa de Tortosa, que había sido sometida por el Cid al pago de parias y en verano de 1092 la coalición hostigó Valencia. Alfonso VI, por su parte, había acudido antes por tierra a Valencia para acaudillar la alianza múltiple contra el Cid, pero la armada pisano-genovesa no llegó a tiempo y el rey castellano, al no poder sostener a su ejército sitiador por más tiempo, hubo de abandonar las tierras valencianas.Rodrigo, que estaba en Zaragoza (la única taifa que no le tributaba parias) recabando el apoyo de Al-Musta'in II, tomó represalias contra el territorio castellano mediante una enérgica campaña de saqueo en La Rioja. Tras estos acontecimientos, ninguna fuerza cristiana se pudo oponer al Cid, y solo el potente Imperio almorávide, entonces en la cima de su poderío militar, podía hacerle frente. La amenaza almorávide fue la causa que definitivamente llevó al Cid a dar un paso más en sus ambiciones en Levante y, superando la idea de crear un protectorado sobre las distintas fortalezas de la región, sostenido con el cobro de las parias de las taifas vecinas (Tortosa, Alpuente, Albarracín, y otras ciudades fortificadas levantinas) decidió conquistar la ciudad de Valencia para establecer un señorío hereditario, estatus extraordinario para un señor de la guerra independiente en cuanto que no estaba sometido a ningún rey cristiano.Conquista de Valencia





